Jesús transforma nuestro llanto en alegría, nuestra tristeza en jubilo, porque Él es la alegría de nuestro corazón

“También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Jn 16,22).

La presencia del Resucitado en nuestro medio, es transformadora, porque Él transforma nuestro llanto en alegría, nuestra tristeza en jubilo, porque Él es la alegría de nuestro corazón.

Dejémonos ser tomados, contagiados y llevados por la certeza de que la vida del Señor esta en nuestro medio. Eso sí debe alegrar nuestro corazón.

No podemos negar que, muchas veces, la tristeza llama a nuestra puerta, viene visitar nuestro corazón. A veces, nos entristecemos con pocas cosas, pero son cosas duras que duelen mucho nuestro corazón; entonces, la tristeza va tomando cuenta de nosotros.

Ninguna tristeza de esta vida debe ser mayor que la alegría que viene del corazón del Señor. No es la alegría de quedar sonriendo de un lado para el otro, porque ni siempre tenemos motivos para quedar sonriendo de un lado para el otro. No podemos ser dominados por la tristeza, quitando nuestro sentido de vivir. La tristeza se va alojando en nuestra alma y nos corroe poco a poco.

Expulsemos la tristeza de nuestra alma. Pero, ¿cómo debo hacer eso? Dando alegría y razón de felicidad para nuestra vida, permitiendo que Jesús sea el Señor de nuestra existencia, poniendo cada tristeza nuestra en el corazón de Jesús. Si algún hecho te dejo triste, no quedamos con eso para nosotros, entregamos estas razones al corazón de Jesús.

No guardamos las tristezas ni las razones que nos dejan tristes, entreguemos todas ellas al corazón de Jesús, permitamos que Él traiga razón de vivir y alegría para nuestra vida. El gran milagro que el Maestro realiza en nosotros es transformar nuestra tristeza en alegría.

Si algo te ha dejado triste, entrega al corazón de Jesús, porque Él realiza ese milagro en nuestra vida.

¡Dios te bendiga!