Acercémonos de Jesús, porque, Él tiene el poder de purificarnos, perdonar y renovarnos
“Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplico: Si quieres, puedes limpiarme. Sintiendo compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio” (Mc 1, 40-41).
En el Evangelio de hoy, queremos mirar para dos personajes, el primer de ellos es el leproso; lleno de humildad y confianza en el poder y en la gracia que viene de Jesús. Él se acerca de Jesús y pide: “Señor, Tu tienes el poder de sanarme, de limpiarme, de purificarme, el poder de renovarme, y hacer de mí un nuevo hombre?”
La lepra dejaba a ese hombre alejado, marginado, él no podía vivir en el medio de los demás, por eso, él no quería vivir en esta situación y confía que Jesús puede transformalo.
Por más que estemos en el medios de los demás, necesitamos estar cerca de Dios, juntos de Él. A veces, lo que cargamos en nosotros son nuestras manchas, nuestros pecados, el peso de nuestra conciencia; son situaciones mal resueltas entre nosotros, son resentimientos, dolores, situaciones que nos alejan de Dios, de nosotros mismos y unos de los otros. Vamos viviendo a la margen de las personas, creando nuestra propia redoma, y las personas van alejándose de nosotros.
Cualquier tipo de lepra, aquí ni me refiero la lepra física, porque la lepra que nosotros conocemos como Hansen hoy tiene cura, tratamiento y así por delante. Hay una lepra que se caracteriza por muchos elementos espirituales, psicológicos, etc.., que hacen de nosotros personas leprosas en el mundo, en la sociedad en la cual vivimos.
Jesús nos quiere sanados, y Él es el otro personaje que acoge el pedido, la suplica de aquel leproso que va a Su encuentro, pedir para ser sanado y transformado.
Vamos hoy al encuentro de Jesús, vamos pedir y suplicar a Él: “Señor, si quieres, puedes sanarme, el Señor puede lavarme, purificarme, renovarme”. Todos nosotros tenemos llagas dentro de nosotros, en el alma, ene le corazón, en el cuerpo y necesitamos del toque de la gracia de Jesús.
Jesús nos quiere personas nuevas, sanadas, renovadas y transformadas. Acerquémonos de Jesús, porque, Él tiene el poder de purificarnos, perdonar y renovarnos.
¡Dios te bendiga!
