20 May 2018

Solo existimos en Dios por la fuerza y dirección del Paráclito

El Espíritu sopla donde quiere y nadie puede ser dueño de él. Necesitamos ser dominados y guiados por el Paráclito

“Nadie puede decir: Jesús es el Señor, excepto el en el Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo es el Espíritu” (1 Cor 3b-4).

¡Hoy es día de Pentencostés! En toda la faz de la Tierra, celebramos el Espíritu que fue enviado para renovar ese mundo habitado. No hay renovación de sentimiento, de intenciones y voluntad en la faz de la Tierra si no es por aquel Espíritu que pairo en la creación del mundo y dió la vida, vigor y existencia a todas las cosas.

Solo existimos en Dios por la fuerza y por la dirección de ese mismo Espíritu, por eso nadie puede proclamar el señorío de Jesús si no es por la unción del Paráclito. Y en la diversidad de dones, carismas y manifestaciones, cada uno puede se cree dueño de ese don, pero solo hay un Espíritu que distribuye esa diversidad de dones por toda la Iglesia, por toda la humanidad. Hoy, celebramos esa riqueza maravillosa que para algunos es división, pero para nosotros es la riqueza de la manifestaciones de Dios.

Mirando para todos los pueblos, para todas las personas y culturas, celebramos el mismo Espíritu que actúa en esta diversidad del mundo. El Espíritu donde quiere y nadie puede ser dueño de él. Necesitamos ser dominados y guiados por el Paráclito.

La tentación que hay en aquellos que viven de la fe es intentar conducir el Espíritu, intentar mandar en él, intentar decir lo que tiene que hacer cuando, en realidad, necesitamos rebajar y decir: “Espíritu, guiame, ilumina-me, dame, la dirección de mí vida”. Tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu que recibimos en nuestro bautismo, que es confirmado en nosotros en la Crisma, en los Sacramentos y en las oraciones que hacemos. El Espíritu no deja de manifestar y nos enriquecerse con sus dones y carismas, pero nuestra pobreza no nos deja guiar y seducir por el Espíritu de Dios.

Donde quiere que estemos, hoy, de rodillas, delante de nuestra cama, en las celebraciones que participaremos, coloquémonos sobre el dominio del Espíritu y digamos: “Espíritu, guiame, pues yo no soy su dueño, pero quiero que el Señor domine y guie mi vida. Venid, Espíritu Santo, he aquí los siervos, queremos hacer su voluntad.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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