03 Jun 2020

Dios nos creo para la eternidad

“Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados” (Mc 12, 27)

El engaño que los saduceo cometen es no creer en la vida, especialmente creer en la vida eterna como si Dios viviese administrando muertos en la eternidad. De forma alguna, nosotros creemos en la vida y en la eterna.

Aquel que nos creo a Su imagen y semejanza no nos creo para que muriésemos, pero para participar de Su eternidad. Aún heridos por el pecado como fuimos, por Su Hijo Jesús, Dios nos dio nuevamente la vida eterna. Además, así como los saduceos, nosotros también cometemos muchos equívocos, errores sobre la vida en el sentido pleno y eterno.

Somos movidos por una visión muy materialista de la vida. Reducimos la vida a esta condición existencial y material, y esta vida existencial y material donde estamos es marcada por el hedonismo, por la busca del placer, por la busca solo de las cosas agradables que esta vida nos concede; hasta las proprias relaciones son reducidas por medio de aquella visión de mundo de forma en que estamos.

El propio ejemplo que los saduceos traen es de esta mujer que se casa con el primer hombre y no deja hijos; se casa con el segundo hombre y así por delante. ¿Dé quien esta mujer va ser en la eternidad?

Necesitamos asumir en nuestra identidad humana, nuestra identidad cristiana

No pertenecemos a nadie, pertenecemos a Dios. Aquí en la Tierra, establecemos relaciones de convivencias, de familiaridad, pero nuestra familiaridad eterna es con Dios.

Los lazos que establecemos unos con los otros son lazos eternos de amor, jamás lazos de propriedad. Por eso, en la eternidad, perteneceremos para siempre a Dios, como los ángeles pertenecen a Él y están para alabar a Él, adorar a Él y glorificar. Cuando moriremos, vamos al encuentro del Señor para vivir las realidad celestes y no para vivir las realidad terrenas.

Vivimos las realidades terrenas mientras estamos en la Tierra, y de ella sí cuidamos, como crear los hijos y cuidar de la familia; después, haremos parte, para siempre, de la familia eterna de Dios, estaremos para siempre en Su presencia.

Tenemos que quitar de nuestra cabeza aquella visión equivocada: “¿En el otro mundo, sabremos quien fuimos en la Tierra?”. ¡Por supuesto que sí! Nuestra identidad es única, es para la eternidad, solo necesitamos asumir en nuestra identidad humana, nuestra identidad cristiana de identificarnos con Jesús, con Dios y con las cosas eternas. Porque, sino, viviremos una visión equivocada y ciega de la propia forma de sernos cristianos.

Desde ahora, busquemos las cosas del Alto y busquemos tener una visión de acuerdo con lo aquello que ilumina nuestra fe, sino, la muerte se convierte una cosa tan oscura, sin sentido y sin valor, porque reducimos todo lo que es material y terreno. ¡Dios nos creo para la eternidad!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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