12 Mar 2020

Cuidemos de los pobres y necesitados de nuestra sociedad

“Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí” (Lc 16, 26).

El Evangelio de hoy nos muestra el gran drama vivido entre el rico (que se vestía con ropas finas, elegantes y pasaba tus días aquí, en la Tierra, haciendo fiestas esplendidas) y el pobre Lázaro (que vivía en las puertas de las casas y quería las sobras de las mesas para matar su hambre).

Había un gran abismo que separaba el pobre y el rico con su opulencia. El pobre huele a la miseria humana, al descaso y al descarte hecho con la criatura humana; y rico “respirando” los gastos excesivos y todo lo que representa una vida llena de avaricias, bienes y placeres materiales

El retrato del rico de la época es el retrato de muchas riquezas del mundo en que vivimos y de las extremas pobrezas que experimentamos a nuestro lado. Vamos en cualquier gran ciudad, metrópoli, personas que están tiradas en las calles, pasando hambre, necesidad y muchas personas siendo descartas.

No podemos negar la realidad de los profundos abismos sociales que hay en el mundo en que vivimos, eso dueles en el corazón de Dios y debe doler en el corazón de cada uno de nosotros. Jamás nos conformemos con las desigualdades y jamás las comprendemos como voluntad de Dios.

Es ahora que tenemos de trabajar para cuidar de los más pobres y necesitados

Cuando muere el rico y también el pobre, el rico va para el abismo, para el sufrimientos eterno; y el pobre va para el consuelo divino, va para el seno de Abraham es que hay un profundo abismo que separa la realidad eterna de aquel rico del destino eterno del pobre que esta junto de Dios. Porque, en otra vida, no hay como invertir las situaciones; el momento de invertir las situaciones o convertir las situación más justa es aquí y ahora, en el mundo en que estamos.

Es ahora que tenemos de trabajar para superar las desigualdades; es ahora que tenemos de trabajar para cuidar de los más pobres, de los más sufridos y necesitados. Es ahora que necesitamos abrir nuestros ojos y no nos conformamos en decir: “Yo fui bendecido por Dios. Es Dios quien me dio prosperidad. Es Dios quien me dio todo lo que tengo”.

¡Que bueno que has empeñado y trabajo; pero que bueno que el sentido de la compasión, de la justicia y del amor evangélico esta en nosotros! Entonces, la mayor riqueza que podemos poseer es el sentido de compasión para con los más necesitados y sufridos.

Jamás se conforme, jamás diga que es la voluntad de Dios; y jamás ignore los Lázaros de nuestro tiempo. Son muchos, ellos están en las puertas de nuestras casas, delante de nuestras calles, en nuestros barrios de chabolas. No ignoremos los pobres para no ser ignorados por Dios en la eternidad.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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