19 Aug 2020

Cuidemos la gracia que Dios nos ha concedido

“En seguida vinieron los que fueron contratados primero, y pensaban que iban a recibir más. Sin embargo, uno de ellos también recibe una moneda de plata. Al recibir el pago, comenzarán con quejas contra el patrón” (Mateo 20,10-11) 

Que belleza el laboro de este patrón, porque él salía para contratar trabajadores para el laboro luego por la mañana, despues, al mediodia, a las tres horas de la tarde y, por fin, a las cinco horas, que prácticamente era la última hora; falta solamente una hora para el término del trabajo, y él también salió para contratar. 

En la hora del pagamento, él comenzó por los últimos. Quién fué contratado por último recibió una moneda de plata, quien fue contratado a las três también  recibió su moneda de plata, quien fue contratado al mediodía … pero, aquellos que comenzarán temprano, dijeran: “Vamos recibir más”, y simplemente quedaron trastornados, decepcionados y pensaran que el patrón fué injusto, porque si ellos comenzaran a trabajar temprano, deberían recibir más. 

Esta mentalidad parece ser justa, por medio de la cual miramos el mundo en que estamos, y justa para nuestro padrón del mundo. Es obvio que quien trabaja en una construcción o en cualquier otro trabajo, ganará de acuerdo con la cantidad que trabajó. Es más que justo y correcto. 

En lugar de mirar la gracia que es nuestra, queremos vivir siempre en comparación con el otro. 

 Entiende que, en el Reino de los Cielos, no es así. Quien se convierte en el final de la vida es tan digno de Dios como quien ya nació caminando en la gracia de Él. 

Quien llegó para colaborar con el Reino de Dios ahora, es tan operario del Reino de los Cielos como quien ya está a más tiempo. 

Es obvio que quien ya está a más tiempo en el Reino de Dios está más tiempo agraciado, pero, por las veces, estamos a más tiempo, pero no estamos con el corazón convertido, porque tenemos envidia, estamos celosos, y murmuramos. ¿ Sabes por qué esto ocurre? Porque, en vez de mirarnos la gracia que es nuestra, queremos vivir siempre comparando a otros. Es aquella persona que está mucho tiempo trabajando para Dios y quiere reconocimiento, ella quiere aplausos y títulos, ella quiere decir: “Servir a Dios cuarenta años, cincuenta años”. ¡Maravilloso, usted fue agraciado por eso, que bendición! Pero usted es tan de Dios como un hermano que llegó ahora. Dios ama tanto a uno como ama a otro. 

Si no quitamos el foco de aquello que es la gracia, de aquello que es Dios – no importa el tamaño, pero la intensidad del amor con quien Él nos ama -,no iremos crear competencia, ni rivalidad, no quedaremos mirando para lo que es del otro. 

Si miramos para aquello que Dios hizo y hace para nosotros, no quedaremos comparando – “ El tiene más”, “Él puede más”, “Él es más” -, vamos solo crecer en gracia sin necesitar competir con nadie. 

 

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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