20 Feb 2021

Busquemos con toda humildad la gracia de la conversión

“No son los sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (Lc 5, 31-32).

Como es importante mirarnos para nuestro Maestro Jesús que cogió Levi, que estaba en el recaudador de impuestos y, el hecho de estar sobre él, ya había cargado en la imagen de él todos los pecados.

Los cobradores de impuestos eran deshonestos, eran crueles, injustos, maldosos y, a veces, un hombre que vivía todo eso fue llamado por Jesús. Del otro lado, el Maestro Jesús, que llamo Levi, entro en la casa de publicanos, de pecadores, fue comer con ellos y los fariseos se escandalizaran porque Jesús fue comer con los pecadores, y la respuesta quirúrgica del Maestro Jesús: “De hecho, yo no vine llamar los justos”.

Los justos ya están justificados, los santos ya están santificados, pero son los pecadores… Es para pecadores como yo y tu que Jesús vino; Él vino para realmente salvarnos del pecado de la arrogancia que muchas veces toma cuneta de nuestro corazón; de la vanidad y de la ilusión de pensar que somos mejores que los demás. Vino arrancarnos de las artimañas del pecado que nos ilude y nos engaña, que nos hace creer que aquellas virtudes que nosotros tenemos son suficientes para sernos mejores que los demás.

El Maestro Jesús vino para que nosotros, pecadores, alcancemos la gracia de la conversión

El Maestro Jesús vino para iluminar las tinieblas interiores, muchas veces ocultas dentro de nosotros que no nos permiten cambiar lo que necesitamos cambiar, transformar lo que necesitamos transformar y, especialmente, cambiar nuestra mentalidad. El Maestro Jesús vino para que nosotros, pecadores, logremos la gracia de la conversión.

Paremos de justificar nuestras propias fallas por encima de lo que los demás hacen. “Yo no hago lo que los demás hacen” – ¡Imagina! Pero necesitamos reparar lo que hacemos a cada día. Cuanta maldad oculta, cuantos deseos guardados, cuantas malas intenciones. Mirar nuestros actos, nuestras actitudes y humildemente reconocer: “Yo soy pecador. Necesito convertirme”.

Necesitamos realmente reconocer que el mal esta en nosotros y pedir la gracia de Dios para lograr Su misericordia; la gracia de Dios para que Su misericordia nos lave, nos purifique, nos renueve y nos convierta a cada día. Es esta gracia que necesitamos. Es esta gracia que buscamos con toda la intensidad de nuestro corazón. Ya logro la primera de ellas reconociendo que soy pecador, así las demás gracia vendrá en consecuencia. La gracia de la conversión diaria, de la santificación de mis actos y de mis actitudes.

Es con mucha humildad que nos acercamos de Jesús, Señor de la misericordia, para que logremos la conversión verdadera de nuestros pecados.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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