04 Jun 2021

Acerquémonos nuestro corazón de la palabra del Señor

“Mucha gente acudía a Jesús y lo escuchaba con agrado” (Mc 12, 37).

Hay un placer en escuchar la palabra del Señor, hay un gusto, un sabor único cuando dejamos que la Palabra de Dios entre en nosotros, entre en nosotros cuando el Señor haba con nosotros. Por lo tanto, abramos los oído, abramos el corazón para deleitarse de la Palabra de Dios.

Es necesario decir que cuando nos deleitamos solo en una vida muy materia y nos volvemos para las cosas de este mundo, el corazón no se acerca de la Palabra. Es necesario un proceso de lapidación de alma de corazón, de interior para volvernos para la Palabra del Señor.

Esta Palabra va creando sintonía, va entrando en nosotros, nos ablandando, purificando y renovando nuestro corazón. Por eso tenga gusto de escuchar la Palabra del Señor.

Es necesario un proceso de lapidación del alma, del corazón para volvernos para la Palabra del Señor

Hoy, en el Evangelio, Jesús nos pone esta cuestión de Él ser hijo de David. “Por lo tanto, el propio David llama el Mesías de Señor. ¿Cómo es que él puede entonces ser su hijo?”. No es una cuestión simplemente que Jesús es hijo de David mientas descendiente es solo la descendencia de Jesús, porque fue prometido a David que seria de la casa de el que vendría el Mesías. Entonces, Jesús es hijo de David, porque procede de David, porque es de la genealogía, de la generación y de la casa de David. Pero Él es Señor de David, porque el propio David llamo el Mesías de Señor, Él es Dios.

Así como hablo que Jesús es hijo de María, pero Él es e Señor en la vida de María, Él es Dios para ella; de la misma forma, el Señor es nuestro Señor, nuestro Salvador, es nuestro Mesías. Él es el ungido de Dios, el enviado de Dios, y por eso necesitamos escuchar a Él, llevar la vida en Su nombre y dejar que Él hable a nuestro corazón. Sino, tenemos con Jesús solo consideración humanas, nosotros escuchamos a Él como escuchamos muchos otros. Y así no comprendemos nada de Jesús, no entendemos nada de nuestra vida ni de nuestra relación con Dios.

Él es el Señor, y nosotros necesitamos ponernos a Sus pies para adorar, amar y servir a Él y tener la actitud de escuchar a Él. ¡Mi Maestro, mi Señor y mi Salvador! Permitamos que Él guie nuestros pasos, ilumine nuestra vida y conduzca nuestro caminar.

¡Él es el Señor, Él es Jesús, Él es Cristo el Ungido, el enviado de Dios!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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