27 Jan 2021

Acoja la semilla de la Palabra de Dios en tu corazón

“Para otros se ha sembrado en tierra buena. Estos han escuchado la palabra, le han dado acogida y dan fruto: unos el treinta por uno, otros el sesenta y otros el ciento” (Mc 4,20).

Tu eres aquel que recibe la Palabra. Yo soy aquel que recibe la Palabra de Dios. Todos nosotros estamos recibiendo la semilla de la Palabra. Es por eso que tu estas me viendo y escuchando, porque la Palabra de Dios estoy sembrando en tu corazón.

Es necesario que tu reconozca, que tu cualifiques el terrenos que tu eres, porque, muchas veces, tu puedes recibir la Palabra como aquel terreno recibió, pero él estaba disperso, aquel terreno era llevado por el viento. La semilla cayo y los vientos la llevaran, los pájaros llevaran la semilla, y ella, es por supuesto, no dio fruto.

Muchas veces, nuestro corazón no es atento y disperso; nuestro corazón este vertido en las distracciones, no centramos y no acogemos esta Palabra. Otra vez, la semilla cae en nuestro corazón, él es como un terreno pedregoso, incluso entra en nosotros, pero tu sabes que en un terreno que es pedregoso, no hay raíces y tampoco profundidad.

Acoja la Palabra de Dios en tu corazón y dedícate con pasión a ella, que ella produzca frutos en tu vida

Vivimos, muchas veces, en una vida de superficialidad, incluso en nuestra relación con Dios. Nos gusta, pero nunca nos acercamos, es bonita la Palabra del Evangelio, pero no sumergimos en ella, no la dejamos entrar en nosotros y no entramos en ella, entonces, luego ella es sufocada, luego las piedras que están allí, hacen esta semilla morir.

Otra parte de la semilla cayo en el terreno lleno de espino. Tu sabes que los espinos crecen más que todo, y espino sofoca, prende, no permite ir hacia adelante. Recibimos la Palabra de Dios, pero estamos tan sofocados por preocupaciones, inquietudes, problemas, pasiones… Todo aquello (que son las preocupaciones de la vida) acaba realmente sofocando y oprimiendo la fuerza de la Palabra de Dios en nosotros.

Sea un terreno libre, sea un buen terreno, no te distraías, pero con profundidad, con serenidad y simplicidad acoja la Palabra de Dios en tu corazón y dedícate con pasión a ella … ¡Que ella produzca frutos en ti vida!

Tu mismo puede responder: ¿la Palabra de Dios ha producido frutos en tu vida? La semilla de la Palabra que tu recibes a cada día, ¿qué cambio ella ha realizado? ¿Qué frutos tu has acogido? ¿Qué realidad la semilla ha transformado dentro de ti y alrededor de ti?

No permitas que las semillas se dispersen, pero permita que la Palabra sembrada en nuestro corazón produzca una vida nueva.

¡Dio te bendiga!

Pai das Misericórdias

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