04 Jul 2018

La presencia de Jesús ahuyenta el poder del mal

No permitamos, de ninguna forma, que los hijos de Dios queden solos por ahí, al poder del mal

“Salieron y entraron en los cerdos. Al momento toda la piara se lanzó hacia el lago por la pendiente, y allí se ahogaron” (Mt 8, 32).

Jesús ve a dos hombres poseídos por el demonio que salen de las tumbas. Estos Hombres estaban poseídos por los demonios, y cuando el demonio posee una alma humana, él la llevaba para una situación infernal, diabólico. Él atormenta la situación psicológica de aquella persona a tal punto, que la persona esta casi en la muerte.

El simbolismo de estar saliendo del cementerio significa que el demonio quiere llevarnos para el abismo de la muerte. Jesús, sin embargo, no quiere ningún de nosotros presos, esclavos ni dominados por el maligno. Ningún ser humano, ninguna esfera de nuestra vida ni de nuestros pensamientos, sentimientos y afectos puede quedar sumidos al poder del mal.

Donde esta Jesús, los demonios son expulsos, son echados fuera. Ellos tiemblan cuando vieran la presencia de Jesús, que ahuyentó el poder del mal.

Cuando miramos para la situación de estos dos hombres y para aquello que Jesús hizo por ellos, sacándolos de la opresión terrible y maligna, vemos una figura simbólica, porque los demonios que son expulsos de eses dos hombres son mandados para la manada de cerdos, porque el demonio es sucio.

Si los cerdos son símbolos de la impureza, de lo que es sucio, es para allá que los demonios son mandados. Aquellos cerdos cayeron río abajo, se ahogaron, y los dueños de ellos quedaran asustados con lo que ocurrió, porque estaban mucho más preocupados con los cerdos que con aquellos dos hombres. Es por eso que todos de la ciudad, preocupados con sus economías, expulsan Jesús de allí. El Señor hizo un bien a aquel hombre, aún que sea en perjuicio, la economia es representada por los cerdos.

Nada es más importante que salvar, purificar una alma, cuidar de los hijos de Dios. Con todo el respeto nuestra cultura, que cuida de los animales, tenemos que cuidar de ellos, no podemos despreciarlos de ninguna forma. ¡Todo amor a nuestros animales! Pero no dejemos de cuidar, en primer lugar, de la criatura humana, de la persona humana. No permitamos, de ninguna forma, que los hijos de Dios queden dejados de lado, al poder del mal, a la pobreza extrema, a la miseria, al descalabro de la prostitución y de las cosas terribles de este mundo.

Expulsemos toda acción del mal de la vida humana. Esta fue la acción de Jesús, es el ministerio de Él y necesita ser también nuestra acción y nuestro ministerio.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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