“El más grande entre ustedes se hará el servidor de todos. Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja, será puesto en alto” (Mt 23, 11-12).
La Palabra de Dios nos invita, hoy, a vencernos la hipocresía religiosa. Hay varias formas de hipocresías en el mundo en que vivimos, además, una de las más graves, serias y dañosas, no resta duda, es la religiosa.
La religión tiene esta gracia de conectarnos y ponernos en la comunión con Dios. Es verdad que las personas religiosas, los lideres religiosos, lo que frecuentan las religiones ejercen influencia en nosotros, porque nos ponen cerca del Sagrado por las palabras, por las enseñanzas, por la posición que ocupan, además, todos nosotros necesitamos precavernos, porque la hipocresía es una tentación del mundo, y llevamos ese mundo en lo que hacemos.
Muchas veces, hablamos lo que no vivimos, enseñamos lo que no practicamos. Quien hace lo que es correcto camina en la gracia; ahora, quien enseña y no vive esta en la hipocresía, y la hipocresía es un mal terrible.
Nuestra lucha de cada día es para repeler ese demonio perverso y engañador que nos ilude para creernos buenos, perfectos, porque enseñamos, hablamos, rezamos mucho, porque estamos todo el tiempo en la iglesia y sabemos mucha cosa de Dios, porque, desde niño, estamos en la casa de Dios y nunca abandonamos a Él.
Vivimos practicas hipócritas, por eso necesitamos vencer el fermento de la hipocresía por la coherencia. Y solo se logra la coherencia por la humildad.
Vivimos practicas hipócritas, por eso necesitamos vencer el fermento de la hipocresía por la coherencia
Nadie es coherente buscando ser mayor que los demás o más importante, teniendo más razón que los demás, poniéndose como el sabedor y conocedor de todo. Solo quien se humilla en la presencia de Dios, solo quien se hace pequeño delante de los hermanos consigue lograr un corazón verdaderamente convertido.
No nos iludamos, no sigamos aquellos que gritan, que se exaspera en nombre de la religión y nunca se rebajan. No sigamos el ejemplo ni nos dejemos iludir por el comportamiento de aquellos que se ponen como modelo, pero no vemos a ellos bajar la cabeza delante de ninguna situación.
Hagamos ese propio camino de salvación y santidad, porque no se llega a una santidad verdadera, sino, por la vía de la humildad, del silencio, el no tener razón, el no tener voz, dejar que el otro piense que él es.
Miremos para nuestro Señor y Salvador Jesucristo, el humillado, el renegado, el despreciado y predicado en la cruz. Aprendamos con Él la vía de la salvación para no llevarnos la salvación a los demás, pero quedarnos de fuera por la incoherencia, por la soberbia, por el orgullo y, por encima de todo, por la hipocresía.
Permitamos que la Palabra de Dios nos convierta en espíritu y verdad.
¡Dios te bendiga!
