31 May 2020

Vivamos el Pentecostes todos los días

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban” (He 2, 1-2).

Mis hermano y hermanas, por todo el mundo sea proclamado: ¡hoy es el día de Pentecostes! Es una fiesta judaica de origen muy antigua, que había un otro significado, pero que asumió su significado pleno con la venida del Espíritu Santo.

Es el día en que celebramos la venida del Espíritu sobre nosotros. Si antes era la fiesta de las cosecha, ahora es la fiesta de la cosecha de la Palabra de Dios en nuestra vida, porque Aquel que siembra y nos hace coger y sembrar la Palabra es el Espíritu.

Es el Espíritu que actúa en Jesús, el Espíritu creo e ungió. Jesús, que fue a los Cielos para darnos Aquel que el Padre nos prometió, quiere que todos nosotros seamos llenos de Su Espíritu para vivir en Su nombre, para anunciar Su nombre, para proclamar en el poder, en la autoridad y en la unción del Espíritu, esta misma gracia.

La gracia de Pentecostes no es una mágica que ocurre en la vida de una persona, pero el contrario, porque la gracia de Pentecostes es la transformación espiritual de la vida de la persona, que comienza en el día de su bautismo. Puedo decir que comienza antes de eso, porque, aún en el vientre, la madre va rezando por el niño. De esta forma, ella va se abriendo para esta gracia, y después es llevada para se bautizada.

Lo que recibimos es el Espíritu Santo, pero el Pentecostes en la vida se va desarrollando y ocurriendo. El Pentecostes es una incesante rumiar del Espíritu de Dios en nosotros.

¡No recibimos el Espíritu en un día y, listo, ya estamos llenos, tenemos el Espíritu Santos, somos dueños de Él y hacemos con Él lo que queremos! Es el contrario, porque no somos nosotros que recibimos el Espíritu, pero es el Espíritu que nos recibe para ser transformados y guiados por Él a cada día.

El Pentecostes es un incesante rumiar del Espíritu de Dios en nosotros

La secuencia de la lectura de hoy es, justamente, porque, a partir de ahora, los actos de estos apóstoles, que eran antes medrosos, van ser actos del Espíritu. Es el Espíritu que va guiar, iluminar, bendecir, tirar y levantar delante.

No hay gracia mayor para un hombre y para una mujer, para cada uno de nosotros, que sernos llenos del Espíritu Santo. ¡Que gracia poder abrirnos, todos los días, para vivir el Pentencostes!

Hay el Pentecostes individual y persona, donde, nuestra intimidad, buscamos esta gracia para nuestra vida: vivir la vida guiada e iluminada por el Espíritu. Pero no hay Pentencostes individual si él no es eclesial, si no es vivido en comunión con los demás, porque el Espíritu no guía para la individualidad, pero para la comunidad y la unidad, para vivir con los demás. Por eso, estaban todos reunidos en el mismo lugar.

Muchos de nosotros queremos vivir Pentecostes de nuestra forma, cada uno cogiendo el Espíritu y haciendo de Él el paquete que queremos, pero todos nosotros debemos ser empaquetados en el mismo Espíritu, para Él guiar la casa, la comunidad, la Iglesia y la sociedad.

Necesitamos dejar que el Pentecostes sea más que hablar del espíritu, pero dejar que Él hable en nosotros para guiarnos a vivir en nosotros la transformación que Dios desea a cada uno.
¡Un feliz y bendecido Pentecostes para todos!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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