03 Nov 2019

Tengamos la santidad como meta de vida

“Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5, 3).

Es verdad que conocemos más los santos que fueron canonizados, que nos fueron presentados por la propia Iglesia para ser venerados, reconocidos y, al mismo tiempo, invocados a la intercesión de ellos junto a la gloria de Dios.

Es verdad que conocemos más los santos que fueron canonizados, que nos fueron presentados por la propia Iglesia para ser venerados, reconocidos y, al mismo tiempo, invocados a la intercesión de ellos junto a la gloria de Dios. Pero la multitudes que ocupa el cielo es incontable, muchos hombres y mujeres que no son canonizados, pero, la seguridad, están en la gloria de Dios. Nuestros padres, personas que conocemos, cerca a nosotros que viven de hecho una santidad de vida.

Es por eso que Jesús nos esta llamando de bienaventurados, quiero decir felices para siempre, quiere decir “Ellos participan de la felicidad feliz junto de Dios”. ¿Lo que caracteriza la santidad? ¿Que hace alguien de hecho ser santo? Todos nosotros necesitamos de ese pasaporte con registro por la santidad para entrar en la gloria celeste.

La primera cosa es, de hecho, tener un corazón celeste, cuya la única y mayor riqueza es solo Dios, es donde ponemos la riqueza, donde ponemos la razón mayor de nuestro vivir. Es Dios, es el Reino de los Cielos.

Santidad no es privilegio y tampoco lujo para algunos, santidad es la obligación que nosotros mimos recibimos con nuestro bautismo

El Cielo es el lugar de los puros, de los pacíficos, de los mansos, de los humildes, de los que son perseguidos y humillados, de aquellos que viven las bienaventuranzas evangélicas como norma de vida y no se quedan triste, no se invaden y no se dejan llevar por el sentimiento del mundo. Por el contrario, son movidos por el amor y por la pasión por Cristo que por Él viven el desprendimiento del alma y del corazón.

Tengamos como meta de nuestra vida la santidad. Santidad no es privilegio y tampoco lujo para algunos, santidad es la obligación que nosotros mismo recibimos con nuestro bautismo que nos lavo, nos purifico, nos renovó y somos llevado desde nuestra primera infancia. Nuestros padres nos llevaron para sernos santos.

Necesitamos de niños santas, de adolescentes santos, de jóvenes, de hombres y mujeres santos. Todos nosotros tengamos la santidad como meta de vida. No hagamos de la santidad un juego. “Ella es beata, es santa”. Es nuestra obligación sernos santos.

En el mundo donde la santidad es despreciada, donde los valores mundanos toman cuenta del corazón, necesitamos impregnarnos en la voluntad y en el deseo de buscar el Cielo, porque es allá que estaremos un día si vivirnos ahora. Junto van todos los nuestros que ya están en la gloria de Dios.

Si ayer celebrábamos la Iglesia que muere en el purgatorio, hoy, celebramos la Iglesia que triunfa en el Cielo con Jesús. Es para allá que todos nosotros queremos ir.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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