Que nuestra oración sea cada vez más profunda, que manifieste lo mucho que queremos tener comunión con nuestro Dios
“Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3).
La oración que brota del corazón de Jesús, la oración que viene de Su alma glorifica y bendice el Padre maravilloso y amoroso que cuida de Sus hijos. Jesús esta exaltando y glorificando Su Padre amado.
La oración solo es verdadera cuando quitamos toda la gloria que viene sobre nosotros, sobre nuestros pensamientos, porque toda la gloria que queremos para nosotros debemos dar solo para Él. Al Señor toda honra, todo el poder y exaltación. Que nuestra oración de cada día sea para exaltar, glorificar y bendecir aquel que es el Señor Nuestro Dios.
Jesús esta pidiendo que nosotros, Sus discípulos, conozcamos y saboreemos el sentido de lo que es, de hecho, la vida eterna, pues ella no es morir para el Cielo, pero la consecuencia de la vida que llevamos en la Tierra. La vida eterna es conocer el Dios verdadero. No necesitamos morir para conocer al Padre, porque puede ser una gran decepción no conocerlo después de muertos, sino conocerlo ahora en la vida.
¿Cómo conocemos el Padre? Cuando nos sumergirnos en Él, cuando creamos una relación de comunión con Él. La vida de Jesús era de la comunión con Su Padre. ¿Y lo que es la comunión sino el corazón en la sintonía, palpitando con el corazón del Padre? ¿Lo que es sino, rendirnos de aquello que somos, queremos y pretendemos, para ternos la vida en Él?
La vida eterna es conocer al Dios verdadero, es abandonar todo aquello que tenemos en nosotros de dioses o aquello que los dioses de ese mundo dejaron en nosotros, para rendirnos solamente al Señor; y así glorificar Su Hijo único, Jesucristo, que es nuestro Señor y Salvador.
Abandonémonos en Dios, llevemos la vida en Él. Que nuestra oración sea cada vez más íntima y profunda, que manifieste lo mucho que queremos tener una comunión con nuestro Dios maravilloso, poderoso, que es nuestro padre, y nosotros somos Sus hijos.
¡Dios te bendiga!
