12 Dec 2018

Supliquemos la Madre del Cielo que Ella venga visitarnos

Suplicamos la Madre de Dios que venga ayudarnos en nuestra pobreza, nuestra miseria pero, especialmente, nuestra falta de fe

“exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” (Lc 1, 42-43).

La expresión de alegría, contentamiento y jubilo que viene del corazón de Isabel es el contentamiento de aquella que tuvo la visita, el encuentro con la Madre del Señor. Cuando María sale de donde ella esta, va al encuentro del otro para llevar el Señor, porque ella es la portadora del Cielo, ella trae en sí el hijo eterno de Dios. Así como ella fue llevar Jesús para Isabel, vino traer Jesús para la humanidad, ella también nos visita.

Hoy, tenemos la gracia de celebrar Nuestra Señora de la Guadalupe. El continente pobre, sufrido y marcado por las desigualdades sociales tuvo la gracia de recibir una visita celeste única, de cuidado, de ternura y amor, que llamamos de Señora de Guadalupe. El indígena, Juan Diego, representa todos los pueblos de este continente, bueno, ellos eran los primeros habitantes de este lugar. Ellos fueron saqueados, robados, maltratados y la Madre del Cielo fue decir a Juan Diego y a cada habitante de este continente: “Yo soy tu madre. Yo estoy contigo”, en otras palabras: “El Cielo esta de nuestro lado. El Cielo viene en nuestra ayuda, mismo cuando estamos explorados maltratados, mismo cuando venimos reinar en nuestro medio de nosotros tantas injusticias y desigualdades.

No podemos perder la referencia del Cielo. Si no buscamos el Cielo, él viene hasta nosotros para que no perdamos la visión sobrenatural. La aparición en Guadalupe, aún en el siglo XVI representa una visión celeste extraordinaria. Todos las señales de Guadalupe revelan para nosotros una manifestación milagrosa de amor de Dios en este pueblo de Guadalupe, que se extiende por todo el continente latinoamericano.

Suplicamos la Madre de Dios que nos visite, que venga a nuestro encuentro, que venga ayuda a nuestra pobreza, nuestra miseria pero, especialmente, nuestra falta de fe. No vamos perdernos en las angustias de la vida, en las tristezas y en las situaciones tenebrosas que, muchas veces, pasamos, especialmente, los más pobres, los más sufridos y los más desamparados. Encontremos en María el Refugio seguro del Cielo.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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