21 Jul 2020

Seamos sumisos a la voluntad del Señor

“E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre” (Mt 12, 49-50).

Somos muy presos al círculos humanos y sociales y, por supuesto que, a los círculos y lazos familiares. En el Reino de Dios es diferente, en él no es llevado en cuenta los círculos familiares, porque, se dependiese de la familia de Jesús- cuando hablo “familia”, me refiero a los parientes – muchos no acogieron a Él, no recibieran a Él, muchos incluso dejaran y quisieran lanzar a Él fuera.

El reino de Dios no son las apariencias, no es lo que creamos en nuestra mente y en nuestro corazón: los rótulos religiosos. Sé que, muchas veces, la persona quiere engrandecer por los títulos: “Soy eso en la Iglesia”; “Hago eso”, “Hago aquello”; ya estoy hace muchos años sirviendo”… Para Dios no sirve nada de eso.

El Lazo que prende alguien a Jesús es la voluntad de Dios. Si somos guiados más por nuestras voluntad y deseos humanos, la voluntad de Dios es aniquilada o instrumentalizada en favor de nuestro querer y, muchos de nosotros, vivimos las llamas “confusiones religiosas”, que no son pocas, son muchas, basta ver el universo de religiones que están predicando, hablando; basta ver las confusiones dentro de nuestros grupos de Iglesia, y así por delante. Porque todo mundo se siente conocedor y detentor de la voluntad de Dios. ¿Quién soy yo para determinar que eso es la voluntad de Dios?

Cuando están allí hablando: “Jesús, tus parientes están allí fuera”. ¿Quién es Jesús? Es aquel que se rende para la voluntad del Padre. La voluntad del Padre es algo a ser buscado con oración, con mucha humildad, pero, por encima de todo, sumisión a la Palabra de Dios.

La voluntad de Dios pasa por la humildad, por la santidad de cada día, por el amor y por la misericordia

No basta hablar que es de Dios, no basta llevar símbolos religiosos o poner las manos piadosas para cima y decir: “Yo conozco a Dios”, porque quien nos conoce de verdad es Él.

Si no nos bajamos y nos rebajamos, corremos para de un lado para el otro; y seremos desconocidos por Dios en el día final, porque no realizamos en la vida la voluntad de Él.

La voluntad de Dios pasa por la humildad, por la santidad de cada día, por el amor y por la misericordia. Y no podemos confundir la voluntad de Dios como si fuéramos “muñeco” en las manos de Él.

La voluntad de Dios es saber que nosotros tenemos voluntad propia, que tenemos libertad de elecciones. La voluntad de Dios es saber que recibimos todo eso de Él y usamos eso con sabiduría, humildad y sumisión a Dios, en todo que realizamos.

No hay grado de intimidad mayor con Dios que aquel que va más allá de las apariencias, aquel que supera las apariencias que los hombres pueden ver, pero buscan en el interior, en su silencio decir: “Señor, estoy aquí para hacer Tu voluntad”, y ponga tu propria voluntad sumisa a la voluntad del Señor. ¡Ese sí pertenece a la familia de Nuestros Señor y Salvador Jesucristo!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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