16 Mar 2021

Seamos el canal de la cura para el prójimo

“El respondió: Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes. Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y camina” (Jn 5, 7-8).

Esta piscina de Betesda hay un significado grande para aquel Pueblo, porque era allí que los enfermos, ciegos, cojos y paralíticos depositaban, muchas veces, la esperanza de ser curados. Había allí un poder místico y sobrenatural, había una creencia de que el ángel bajaba en aquellas aguas y concedía una fuerza de cura, por eso muchos ocurrían aquella piscina para ser purificado y, al mismo tiempo, curados.

Muchos conseguían la gracia, además, cada uno por sí, cada uno corría atrás de su cura, de aquello que necesitaba. Es aquel viejo dictado que ponemos en nuestra cabeza: “Cada uno por sí y Dios por todos”.

Debemos ser todos por todos, porque Dios es para todos. El Padre es nuestro y el Pan que Él nos da es para todos. Quien nos diera si dejáramos de lado nuestro egoísmo, esta nueva visión individualista de vida, de preocuparnos solo con nosotros y el resto del mundo poco importa.

Necesitamos llevar unos a los otros para el canal de la bendición, de la gracia y de la cura

Estamos enfrentando un drama terrible en toda la humanidad, la pandemia del Covid – 19 que llega a todos. Estamos buscando la cura, estamos buscando librarnos de ese mal, pero siempre escuchamos las voces egoístas: “El importante que aún no me contagié”, “El importante es que me contagié, pero no tuve nada”, “El importante es que mis síntomas fueron leves”.

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Muchas personas están quedando para tras, están muriendo, enfermos, están olvidados, están sufriendo. El egoísmo de muchos engendra el sufrimiento de muchos. Es para ese hombre del Evangelio de hoy que Jesús mira, porque hacia 38 años que él buscaba ser curado, pero nunca conseguía porque todos pasaban delante de él y lo dejaban para tras. “Señor, no tiene nadie que me lleve a la piscina”, es un grito no solo desespero, pero, al mismo tiempo, de abandono. ¡Que triste era la situación de ese hombre! No tenía una persona amiga, una mano de amiga o de hermanos, no tenía una mano fraterna que lo conduzca a las fuentes de cura.

Que Jesús sane nuestro egoísmo, nuestro individualismo y nuestra soberbia de pesar solo en nosotros. Así como es hombre fue llevado por Jesús, necesitamos llevar uno a los otros para el canal de la bendición, de la gracia y de la cura. A comenzar en mí, que seamos curados de nuestro individualismo.

¡Dios te bendiga!

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