31 Oct 2018

Seamos justos en todas nuestras acciones

Si no nos convertirnos ni buscamos en Jesús un corazón manso y humildad, nunca seremos justos

“Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas”. Pero él les dirá: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera” (Lucas 13, 26-28).

Tal vez podamos glorificarnos de pertenecer a la Iglesia, de ser cristiano y seguidores de Jesús. Tu puedes incluso decir: “Yo soy bautizado. Yo tengo la cruz. Yo traigo la medalla, porque soy consagrada a Nuestra Señora. Traigo símbolos en mí”. Esto no quiere decir nada, al mismo tiempo, puede señalar que estamos en el camino de conversión o en la hipocresía.

Las vestiduras no reflejan lo que, de hecho, la persona es; como yo afirmo, ellas pueden señalar sí, que tu vives un camino de adhesión a Dios y así por delante. Lo que señala si alguien es de Dios mismo es lo que el Evangelio esta diciendo, es aquel que en sus acciones, en sus obras, en lo que él hace, testimonia el amor de Dios en tu vida. Y, sobre todo, él es justo en sus obras y en sus acciones, jamás comulga con las injusticias de la vida, del mundo y con su prójimo; no acusa nadie ni se pone encima de los demás.

Una persona justa es primero humilde. Cuando vemos una persona orgullosa y soberbia, la justicia no esta en ella, porque el orgullo ciega toda la visión, él hace justicia según su visión justiciera, pero nunca según la justicia de Dios. Lo que él cree que es correcto es según su visión cerrada, y no según la visión humilde que viene del Evangelio.

Si no nos convertirnos ni buscarnos en Jesús un corazón manso y humilde, nunca seremos justos, y si no somos justos nunca seremos reconocidos por Dios como de la familia de Él.

Algunos dice: “Señor, yo estaba en las plazas predicando tu nombre. Yo estaba en las redes sociales peleando por causa de ti, pero yo estaba defendiendo su causa, su Iglesia”. Va ser duro escuchar: “No os conozco”.

No basta hablar en nombre de Jesús, predicar en nombre de Él o defender la causa de Él. Si practicamos la injusticia en lo que hacemos, el precio que pagaremos por encima de cualquier cosa es muy duro.

Es tiempo de corregirnos, queremos mucho corregir los demás, perdemos mucho tiempo con discusiones tontas que no llevan a nada. De hecho, llevan a provocar la discordia, las divisiones y así por delante. Nuestro llamado es para ver donde estamos siendo injusto en la vida.

Tu puedes decir: “Yo soy siempre justo”, pero tu estas siendo injusto contigo mismo, porque no es ni capaz de reconocer la mayor de las injusticias que es el pecado.

Cualquier pecado es un atentado contra el Dios justo, soberano y misericordioso que nos ha dado la vida.

Volvamos en este tiempo que Dios nos da para mirarnos, para reconocer donde nos equivocamos para que la injusticia no crezca y domine nuestras acciones.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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