29 Aug 2019

Seamos buenos profetas

“En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre” (Mc 6, 27-28)

Estamos delante de uno de los hechos más dramáticos, duros y crueles del relato evangélico: el martirio de Juan Bautista.

Juan murió por aquello que vivió, él dio su vida por aquello que creo. Juan era un hombre justo, todo de Dios. Vivió con mucha coherencia y sin pecar la fe que él creyó. Testimonio, profetizo y murió por causa de su profecía.

Algunas personas quieren hacer de la profecía el adivinar de la cosas cuando, en realidad, no es eso. El profeta es el hombre del anuncio, y Juan fue el hombre que anuncio Jesús con la vida y con la Palabra.

Él fue el mayor profetas, porque anuncio quien era el Cordero de Dios, y no permitió que nadie el ocultase ni llevase: “Yo no soy digno ni de desatar la correa de sandalias. Convenie que Jesús crezca, yo desaparezca”

El profeta es aquel que desaparece para que Jesús aparezca, es aquel que anuncia Jesús como el único que puede salvarnos. El Profeta es aquel que también denuncia todo aquello que contradice el Reino de los Cielos, todo aquello que no representa la verdad. Y, allí, estaba toda la incoherencia de la vida de Herodes, viviendo una vida donde él robo la mujer de su hermano. No era solo un adulterio, era también una injusticia, una maldad, un crimen aquello que Herodes hizo.

El profeta es aquel que desaparece para que Jesús aparece, es aquel que anuncia Jesús como el único que puede salvarnos

No es porque él era Herodes que Juan Bautista fue pasar la mano en la cabeza de él. Muchos predicadores y anunciadores hacen eso, y mientras los pobres pecadores, todo mundo pone en el ventilador sus pecados. Pero cuando las personas son considerables, buscamos hacer vista gruesa, porque no queremos incomodarlos. Queremos incomodar los que ya están incomodados por la vida. Por eso Juan no sintió temor, él dijo para Herodes que lo que él vivía era pecado y era grave. Ese era el odio de Herodíades, por eso que ella pidió la cabeza de Juan Bautista.

Ese fue el precio que Juan pago por la coherencia, por la verdad, por la sensatez, por la profecía y por el amor que él tenía por Cristo.

Por el amor que nosotros tenemos por Jesús, no seamos conniventes con el error, no seamos conniventes con lo que es equivocado simplemente para vivir de apariencias y de relaciones falsas unos con los otros. El error es error, el equivocado es equivocado.

No necesitamos salir por ahí despajando el pecado de nadie, pero cuando nos apresentan la oportunidad, necesitamos ser profetas para nuestra propia vida, pero para ayudar la vida del otro a ser mejor.

A veces, perdemos amistades, relaciones, a veces, no vamos ser tan amados cuanto queríamos, pero no podemos perder la coherencia de vida, el amor al Evangelio y la fidelidad a Jesucristo.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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