04 Jun 2018

Sepamos acoger lo que Dios nos habla

Saber acoger lo que viene de Dios no es, simplemente, escuchar lo que queremos, pero es dejarlo formar y hablar con nosotros

“Todavía le quedaba uno: ése era su hijo muy querido. Lo mandó por último, pensando: «A mi hijo lo respetarán. Pero los viñadores se dijeron entre sí: «Este es el heredero, la viña será para él; matémosle y así nos quedaremos con la propiedad.” (Mc 12, 6-7).

El Evangelio de hoy nos señala el drama del rechazo. Es una parábola que seguimos con bastante atención y percibimos que los agricultores rechazaron los empleados, los demás enviados y, por último, el hijo del dueño de aquella viña.

El egoísmo humano, cerrado en sí mismo, solo acoge lo que le conviene. Cuando el corazón humano es egoísta, él solo acoge lo que está de acuerdo con lo que él piensa, cree y quiere. Si no esta de acuerdo con sus conveniencias, él rechaza y no acoge. Y así cada uno va formando su fe o su conciencia de fe, de acuerdo con sus subjetividades.

Dios nos habla, muchas veces, o deja de hablarnos por la boca de aquellos que nosotros rechazamos, a comenzar por los niños. Dios habla por la boca de lo pequeñitos, por la boca de las personas más sencillas, por los más pobres, por aquellos a quienes no damos valor.

Creamos un prototipo de Dios, y por causa de eso, creamos el prototipo de quien habla en nombre de Él y de quien no habla. Solo podemos acoger lo que es del Señor si el corazón se desarmar, quitar las cercas que ponemos en él, para que no entre lo que no queremos. El corazón necesita desarmar por la vía de la humildad, para que Dios hable a la profundidad de nuestro corazón, para que Él hable en el más intimo de nosotros.

Saber acoger lo que viene de Dios no es, simplemente, escuchar lo que queremos, pero es dejarlo formanos y hablar con nosotros, dejarlo guiar, es acoger lo que no queremos escuchar, para que Él va formándonos y rompiendo las raíces de nuestro orgullo y de nuestra soberbia.

Dios habla mucho, pero, muchas veces, nosotros lo escuchamos poco, porque escuchamos solo lo que queremos.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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