13 Aug 2021

Resaltemos el valor de la unión del hombre y de la mujer

“El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mt 19, 5-6).

Es dificil para los discípulos compreender, es dificil para los fariseos comprender, es difícil para los hombres de ayer y de hoy entraren en la profundidad del misterio de la unión de la vida conyugal. La vida matrimonial es una bendición, además, fue la única bendición que no fue cancelada ni por el castigo, ni por el pecado; es la bendición que fue dada en el principio, la unión conyugal del hombre y de la mujer.

Cuando se unen – ¡mira que maravilla y que gracia! – ya no son dos, sino una sola carne. Por supuesto que las personas son dos personas distintas, un es el hombre, otro es la mujer, pero cuando son atraídos por lazos de amor, cuando son atraídos por esos lazos maravillosos, que es el amor de Dios puesto en el corazón del hombre y de la mujer, ellos se atraen. Aquí no es simplemente una atracción física, porque si es por atracción física carnal, y solo ella no es capaz jamás de mantener un hombre unido a una mujer.

Cuando quiere hacer prevalecer la individualidad, el “cada uno por sí”, no hay unión conyugal que se mantenga

Aquí no es solo una atracción intelectual, aquí es una atracción de vida, es una atracción amorosa y divina. Si esta atracción es verdadera y direcciona, purificada y cuidada, más que una atracción, ella va convertirse una realidad. La unión del hombre con la mujer es una unión divina, sagrada, bendecida, de forma que, en ese misterio, están convirtiéndose en una sola carne.

Es de esta carne que forman una sola familia, es de esta familia que viene el don más sublime de la vida humana, que son los hijos que vienen de esta unión conyugal. No entro aquí en la discusión sobre otras formas de unión que la sociedad discute, quiero solo parar en el contexto del divino, del sagrado. No hay otra forma de la vida humana brotar que esta unión conyugal del hombre y de la mujer, como el Creador concibió desde el principio.

Más que nunca, necesitamos resaltar el valor de la unión del hombre y de la mujer, la unión conyugal y matrimonial. No podemos relativizar simplesmente, porque el mundo y las tendencias están mostrando otras cosas. No estamos atrás de tendencias, estamos atrás del creador.

El propio Jesús esta diciendo que la dureza de corazón fue quien quito el brillo de la unión conyugal. Moisés, en medio a toda aquella situación, tuvo que permitir el divorcio, pero no fue así que Dios quiso, no es así que Él quiere. Yo sé que acaba en algunas situaciones teniendo que tolerar la separación, porque la cosa se convirtió tan humanamente imposible de estar junto, que no hay otro camino que no sea separar. Pero es importante recordar que esta es la regla, son las excepciones que van naciendo debido a la dureza del corazón o las uniones que no tuvieran la madurez y la formación suficiente.

No podemos perder el punto de partida, y el punto de partida es también el punto de llegada, y ese punto de partida/llegada es el amor que viene del corazón de Dios. No podemos crear otras formas de concebir el matrimonio y predicar simplemente la unión libre, la unión mientras dure. Disculpe, son formas mundanas, y nosotros estamos queriendo entender lo que es casarse según el corazón de Dios.

Casarse según el corazón de Dios es una unión bella, la unión unitiva del hombre con la mujer que forman una sola realidad. Cuando quiere hacer prevalecer la individualidad, el “cada uno por sí”, no tiene realmente unión conyugal que dure, pero cuando sabe un morir para que el otro viva y hay donación, esfuerzo y oración, la gracia de Dios transforma eso en una bendición para toda la vida, hasta que la muerte separe.

¡Dios te bendiga!

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