25 Sep 2019

Rescatemos la autoridad de Dios en nuestra vida

“Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades” (Lc 9,1)

El Reino de Dios esta en nuestro medio, por eso Jesús esta nos convocando. ¿Para que el Señor nos convoca? Para darnos poder y autoridad. Estas dos palabras son usadas en el mundo, y el mundo las transformo en el sentido más perverso que ellas puedan traducir.

Para algunos, poder es mandar en los demás, es estar por encima de los demás, es mandar y desmandar. Del poder nace el autoritarismo, del poder mal concebido nacen desordenes, y la autoridad debería ser el ejemplo moral y ético para nosotros. Lo que falta, muchas veces, es la autoridad del ejemplo, autoridad de hacer ocurrir.

Jesús nos esta dando el verdadero poder y la verdadera autoridad, primero poder sobre los espíritus malignos, poder sobre los demonios, porque ellos son perversos, son aquellos que engendran las confusiones.

Es el momento de rescatar el verdadero poder y la autoridad de Dios en nuestra vida

Los demonios son aquellos que nos ponen unos contra los otros, ponen en desorden nuestra propia vida espiritual. Muchas veces, nos dejamos mover por los demonios y dejamos que ellos causen desorden dentro de nosotros.

Si tenemos que tener poder, no es sobre la vida de los demás, porque, verdaderamente, tiene el poder de Dios aquel que lo deja actuar en tu vida, transformando, cambiando la propia vida personas, permitiendo que muchas fuerzas que actúan dentro de nosotros sean guiadas por la autoridad divina.

Miremos para nuestro temperamento. Cuando nuestro temperamento se convierte grosero y duro, tenemos que tener autoridad sobre él, sobre nuestras emociones, porque, sino, nos convertimos personas descontroladas.

¿Quien no consigue tener autoridad sobre su propia boca va tener autoridad en que? ¿Quien habla todo lo que viene a la cabeza y no controla lo que sale de su propia boca, lo que va conseguir controlar?

Muchos padres están perdiendo la autoridad sobre sus propios hijos, porque no ejercen la autoridad sobre sí mismo. La primero autoridad que tenemos de ejercer es sobre nuestra vida.

Tenemos que tener la autoridad sobre lo que sale de nosotros, no podemos dejar nuestra boca hablar todo que tiene voluntad. Si no conseguimos ni contener los palabrotas, las palabras pesadas, las palabras autoritarias, las palabras de maldición, ¿qué poder nuestra palabra tendrá en la vida de los demás? Poder negativo, poder de influenciar mal, por eso es el momento de rescatar el verdadero poder y autoridad de Dios en nuestra vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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