22 Aug 2020

Reconocemos en María aquello que Dios reconoció 

“El ángel entró donde ella estaba y dice: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1,28) 

Celebramos, hoy, en la iglesia, especialmente este sábado, Nuestra Señora Reina, una semana, celebramos la Asunción de la Virgen Maria de los cielos, y completando esta ochava, celebramos su coronación como Reina de los Cielos y de la Tierra.

 Reconocemos aquello que Dios reconoció en Maria, aquella que es toda llena de la gracia de Dios fue coronada, reconocida y recibida en el Cielo como la Reina entre los ángeles y santos, como la Reina del Cielo y de la Tierra. “Bendita eres tú, Maria. E tu és bendita entre todas las mujeres” 

 Los méritos de una persona no está en aquello que ella cree ser, pero en aquello que ella, de hecho, está disponible a ser realizada en su ser de forma más íntegra posible a disposición de darse y donar. Fue esto que Maria hizo, dona-se entera para Dios, de cuerpo y alma, ella fue toda sierva del Señor. 

María, en vida, no fue aplaudida, reconocida ni merecida por los suyos, ella fue la sierva silenciosa del Señor, que estaba disponible de cuerpo y de alma, para que Dios en ella se hiciera morada. Pero ella no quedó con autocontemplación a partir de aquello que ella realizó en ella, pero no fue una cosa pequeña. 

Tenemos que reconocer que en Maria se realizó algo único y grandioso, que nunca hubiera realizado antes y después de ella. 

Tal vez las personas quisiera igualar Maria a otras mujeres, tal vez algunas 

Las concepciones religiosas, ditas cristianas, querían decir que Maria fue una mujer como las otras mujeres. No conozco ninguna mujer, en la tierra, que tenga generado

Dios en su vientre; no conocí ninguna mujer que, por obra del Espíritu Santo, tuviera una concepción divina. No conocí ninguna mujer que se pusiera para toda sierva del Señor y se tornaba templo y morada del Espíritu Santo.  

Tengo que reconocer que en María se realizó algo único y grandioso, que jamás 

ha de realizarse antes y después de ella, porque Jesús vino una única vez en la carne, y esta carne en la cual vino, fue la carne de la Virgen Maria. 

Necesitamos parar de tener concepciones erróneas y tardes, que simplemente crean versiones erradas de aquello que es real. Dios amó, escogió a Maria y ella se tornaba toda sierva del Señor. 

Si no queremos creerlo, tendremos que distorsionar los hechos, pero esa es la realidad.

Ella, toda sierva del Señor y única en lo que concibió y generó, no es feliz, como dice el mismo Jesús, solo por eso. Ella es feliz porque se hizo discípula de Jesús, seguidora de Él, y fue la primera, porque el Jesús que tiene seguidores como nosotros, nació en su seno. Entonces ella sigue a Jesús con toda su vida; y si hubo el primer lugar donde Jesús comenzó a predicar fue en su propio vientre.

Así que hoy reconocemos y aplaudimos a Dios por todo lo que ha hecho en su pobre sierva, la sierva de Yahweh.

 

¡Dios te bendiga!

 

Pai das Misericórdias

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