29 Dec 2017

Necesitamos llenar nuestro corazón de fe y esperanza

Un hombre de fe es un hombre de esperanza; es aquel que espera en Dios y pone en Él su total confianza

“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 29-31).

Hoy, estamos en el tiempo junto con el viejo, el anciano Simeón. Él esta allí para contemplar la gloria de Dios. Simeón es para nosotros el hombre de la fe y de la esperanza. ¿Que es un hombre de fe? Es aquel que tiene total confianza en Dios, él solo confía en Dios, solo pone en Él su razón de vivir. Él no desanima, no se deja llevar por el desaliento o por la dificultades, él no para delante de los atropellos de la vida.

Un hombre de fe, tiene en Dios su mirada, la dirección de su vida, su apoyo y alimento. Un hombre de fe es un hombre de esperanza, es una hombre que espera en Dios y pone en Él su total confianza.

Cuando celebramos la Navidad, nos volvemos para los niños, pero, hoy quiero contemplar los ancianos, porque aquí en la lectura estamos hablando del anciano Simeón. Él pasó la vida entera dedicada a Dios, confiando y esperando en Él y, ahora que esta en su edad más avanzada, es en Dios que él pone toda la esperanza de su corazón.

Si nosotros necesitamos llevar alguna cosa para nuestros ancianos, por encima de todo, llevamos la fe y la esperanza; eso es llenar estos corazones, en esta etapa de la vida, la cual viven de la presencia y de la confianza de Dios. Haciendo de Dios el apoyo y el sostenimiento de sus vidas.

Nuestros ancianos no pueden vivir desanimados, temerosos por causa de las enfermedades o de la proximidad de la “hermana muerte”. No tiene muerte para quien esta en Dios, lo que se cerca es nuestro encuentro con Él. Por eso, cuando el anciano Simeón toma en los brazos de Jesús, él mismo dice: “Ahora sí vuestro siervo puede partir en paz, porque mis ojos contemplaran”.

Lo que él contemplo en la vida, ahora contempla por toda la eternidad. Necesitamos llenar nuestros ojos, los ojos de nuestros ancianos de esta certeza. El Jesús que contemplamos ahora entre nosotros es lo mismo que contemplamos en la eternidad.

Todos tenemos el derecho de ser ancianos llenos de fe, de esperanza, de motivación, de amor de la vida. Sin temer la muerte o las dificultades propias de esta edad, porque nosotros tenemos una certeza: Jesús es nuestra luz, nuestro animo, nuestra razón de vivir desde niño hasta la edad más avanzada de la vida.

¡Dios te bendiga!

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