02 Jul 2019

Necesitamos de una de robusta

“Pero él les dijo: «¡Qué miedosos son ustedes! ¡Qué poca fe tienen!» Entonces se levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma” (Mt 8, 26)

Los vientos y mares están agitados dentro de nosotros. Hay muchas cosas que están perturbando, inquietándonos, quitando nuestra paz, nuestra paciencia y tranquilidad.

Cuando los vientos de la ansiedad toman cuenta de nosotros, quitan nuestra paz, perturban nuestro interior y nuestro corazón; entonces, vivimos las agitaciones de la vida. Preocupados con el futuro que no llego, perdemos nuestro sueño, nuestra paz. No conseguimos ser serenos, tranquilos tampoco para hablarnos uno con los otros. Estamos, todo el tiempo, dominados por una agitación, la cual nos lleva de un lado para el otro.

Por detrás de la ansiedad, se oculta el miedo de no conseguirnos, de darnos cuenta, miedo de las responsabilidades, de las situaciones y adversidades, miedo de lidiarnos con personas y complicaciones. La unción de la ansiedad y del miedo engendran en nosotros hombres y mujeres de poca fe.

No es que no tenemos fe, por el contrario, somos tan débil en la fe, que el soplo de un viento nos derrumba, nos ponemos postrados. No soportamos una situación contraria. Si alguien no piensa como nosotros, no soportamos una derrota, un fracaso. Y cuando viene una tormenta, una noticia o una situación que nos abala, muchas veces, caemos por tierra.

Necesitamos de una fe robusta, que nos pone de pie, de una fe de confianza que nos de paz y serenidad

El Señor desea que seamos fortalecidos en la fe. Necesitamos de una robusta, que nos pone de pie. De una fe de confianza que nos de paz y serenidad. No significa que no nos preocupamos con nada, pero nos ocupamos con cada cosa en su tiempo, con la paciencia, la confianza y la fortaleza que viene del corazón de Dios. Es una fe que nos lleva a tener serenidad delante de cualquier situación de adversidad de la vida, como aquella grande tempestad que alcanzo el barco mientras Jesús dormía.

Necesitamos dormir, porque estamos perdiendo nuestro sueño por cualquier cosa. ¡No es fácil! La vida no es fácil para nadie, pero Dios cuida de Sus amados hasta cuando estos duermen.

Permitamos que, en nuestro sueño, Dios nos restaure y nos fuerza, templa, seriedad y sabiduría para lidiar con todas las tempestades que tenemos que enfrentar a lo largo de la vida.

Jesús no quita la tempestad de nuestra vida, pero calma nuestro corazón para lidiar con todas ellas.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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