24 Nov 2019

Permitamos que Cristo reine en nuestra vida

“Él es la Cabeza del Cuerpo, esto es, de la Iglesia. Él es el principio, el Primogénito entre los muertos; en todo Él tiene la primacía” (Cl 1,18)

Hoy, la Liturgia nos da la gracia de celebrar el último domingo del Tiempo Común, cerrando el año litúrgico con la gran Solemnidad de Cristo Rey y Señor del Universo.

Lo que estamos aclamando y proclamando en alto y buen tono para todos es que solamente Él es nuestro rey, Rey es aquel que es el primero, es el que tiene la primacía y reina sobre todo.

Cristo tiene la primacía de la Iglesia, que es su cuerpo, de la cual Él es la cabeza, de la cual está al frente. Y nosotros que hacemos parte de ese cuerpo, que es la Iglesia, estamos sometidos a Él ya que es la cabeza, nuestro rey y nuestro Señor.

¡Cuántos de nosotros, como cuerpo, necesitamos de una cabeza que nos gobierne, cuánto perece el cuerpo cuando no tiene una cabeza que gobierna! Y necesitamos ser esa cabeza de nuestro propio cuerpo, pues hay mucho cuerpo sin gobierno porque no tiene una cabeza con juicio que gobierne.

La iglesia, la humanidad y la sociedad se están “golpeando la cabeza”, los cuerpo se están perdiendo y la vida está pereciendo. Estamos viviendo una vida sin gobierno, porque no hay quien lo haga. Quien nos gobierna, quien está a nuestra frente es Cristo Jesús.

Dios nos dio un rey para que reine sobre nosotros, para que reinemos con Él para siempre en la eternidad

Sabemos que, en la historia del pueblo de Dios, hubo un período en que el pueblo era gobernado sin rey, era el propio Dios el que gobernaba. Y el pueblo pedía a Dios un rey, y les concedió uno, según su corazón, y les dio a David y Salomón. El gran rey que Dios nos dio es su propio hijo, no para un gobierne político y monárquico según lo entendemos hoy. Él nos dio un rey  para gobernar nuestra vida, para direccionar nuestras actitudes, para iluminar la sociedad y la humanidad, Él nos dio un rey para que reine sobre nosotros, para que reinemos con Él para siempre en la eternidad.

Él nos dios un rey que trajo su reino a la tierra, pero el reinado de Cristo no es como los reinos de este mundo. Él mismo dijo: “mi reino no es de este mundo pagano y mundanizado”. El Reino de Dios es para quien obedece el Evangelio, para el que sigue su corazón, para quien entrega a el corazón en espíritu y verdad a Él.

Proclamemos y aclamemos Cristo Rey y Señor del Universo, pero proclamemos y aclamemos Cristo Rey y Señor de la vida.

Permitamos que desde la cabeza, Cristo reine sobre nuestros pensamientos, sentimientos, nuestra voluntad y todo nuestro ser. Aclamemos a Jesús como nuestro Rey y Salvador

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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