12 Jul 2020

Permitamos que la Palabra produzca buenos frutos en nosotros

“Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno El que tenga oídos, que escuche” (Mt 13, 8-9)

La gracia del Evangelio del día de hoy, es ponernos en la perfecta comunión con aquello que es la eficacia de la Palabra de Dios en nuestra vida. El buen sembrador en medio de nosotros la Palabra que da la vida, rescata, sana y transforma. Y Jesús no hacia otra cosa, aún ser anunciar y proclamar la Palabra.

El problema no es la Palabra, porque ella es poderosa, es eficaz, pero la recepción que cada uno de nosotros damos la Palabra de Dios. La recepción ocurre en la cabeza, en el corazón y en el interior de cada uno de nosotros.

Es interesante observar que terreno es el corazón de cada uno de nosotros. Estamos, muchas veces, como ese terreno, donde estamos a la orilla del camino y dejamos que la Palabra cae, pero ella cae en la orilla, ella no cae en el interior para quedar guardada. Viene los pájaros, las distracciones, las ocupaciones y, tan fácilmente, roban la Palabra de Dios de dentro de nosotros. Estamos aquí escuchando, pero la cabeza esta en otro lugar, estamos participando de la Misa, pero nos ocupando de otra cosas.

¡Como somos distraídos! Y todo distraído es asaltado, es robado, y lo que el mundo más hace es robarnos la Palabra de Dios, porque vivimos en verdadera distracciones, es decir, fácilmente roban nuestra atención y la Palabra de Dios que es sembrada en nuestro medio.

Muchas veces, somos como aquel terreno pedregoso, la Palabra de Dios cae en nosotros, pero las semillas no producen porque la tierra no es profunda.

Dios envío Su Palabra para que ella caiga en nosotros y produzca muchos frutos

Por falta de profundidad, por falta de dedicarnos con seriedad, la Palabra se pierde. Nosotros incluso escuchamos la Palabra y decimos: ¡Que linda!”. “Maravillosa”.. Comenzamos incluso a reflexionarla, pero no dejamos caer en las raíces más profundas del alma para ir dilacerando lo que es del mal, para ir convirtiéndonos a cada día. Incluso admiramos: “Que linda la Palabras de Jesús”. “Que Palabra maravillosa”; pero no cae en la profundidad del alma.

Hace muchos años que escuchamos la Palabra de Dios y no nos convertimos a ella. Pero, a veces, somos sofocados porque la Palabra de Dios es sembrada, es lanzada, pero, en medio a muchos espino de las preocupaciones, de las pasiones y de las ocupaciones mundanas que tenemos. La cosa que más escuchamos en la vida es: “Yo tengo muchas cosas para hacer”; “Yo soy tan ocupado”.

Yo siembro día y noche la Palabras de Dios, y veo como hay personas que hacen de madrugada o en el medio de la noche para aplicarse a la Palabra de Dios, pero cuando escuchamos alguien decir: “Estoy sin tiempo”, es porque la Palabra de Dios no es prioridad, la prioridad es lo que sofoca: tus problemas, ocupaciones e inquietudes.

¡Que lamentable! Porque Dios envió Su Palabra para que ella caiga en nosotros y produzca muchos frutos. Que nos convertimos, realmente, un buen terreno donde la Palabra de Dios crezca, fecunde y podamos saborear frutos más sabrosos.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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