17 Feb 2018

Los pecadores son llamados a la conversión

Dios nos llama para vivir un tiempo de conversión

“Los que son sanos no necesitan de médicos, pero sí los que no están enfermos. Yo no he venido para llamar los justos, pero sí a los pecadores para la conversión” (Lc 5, 27-32).

la sinceridad del corazón nos lleva a entender y comprender que todos nosotros somos débiles, enfermos y pecadores. ¡Temprano o tarde, la debilidad llama en nuestra puerta y nadie, por más que nos esforzamos, que haga ejercicios físicos o seamos disciplinados en la alimentación, todo eso puede prolongar un poco más nuestra vida y, es genial! Pero la fragilidad llama nuestra puerta, porque, una vez que, la muerte ha entrado, somos sujetos a ella y la medida que el tiempo pasa, ella nos llama para más cerca.

Es el ciclo natural de la vida y eso no es malo. En realidad es una gracia reconocer nuestra debilidad, impotencia y miseria, porque eso no eleva aquel espíritu orgulloso y soberbio que, muchas veces, toman cuenta de nosotros. Reconocer nuestras debilidades nos ayuda, incluso, a comprender la condición de pecadores que nosotros somos.

No es simplemente decir: “yo soy pecador”, sino, reconocer que, de hecho, tengo pecado. Cuando reconozco el pecador y la persona miserable que soy; reconozco la misericordia de Dios para conmigo, de esta forma, no me siento mejor que los demás, no juzgo los demás y no los condeno.

Quien gasta sus energías para juzgar, condenar y hacer juicios de valores es porque no conoce a sí mismo. A veces reclamamos, porque (deducimos) que Dios no esta cerca de nosotros, pero, Dios esta cerca de los pecadores.

Dios viene para cuidar de los pecadores y cuanto más frágil nos reconocemos, más podemos experimentar la dulzura, ternura, bondad, y de misericordia de Dios para con nosotros.

Es muy importante nuestros ejercicios Cuaresmales la sinceridad de corazón, porque, ella nos lleva a una verdadera conversión. Nosotros solo somos convertidos, cuando reconocemos con seriedad, serenidad y profundidad el abismo que se encuentra mi alma y mi corazón; cuando reconocemos con verdad el pecador que somos, los pecados que tenemos, nuestra fragilidad; cuando reconocemos que no somos mejor que nadie. Cuando estos “reconocimientos” suceden, Dios viene en nuestro auxilio y nos transforma, nos cura y bendice, porque la misericordia de Él nos ayuda, nos salva y transforma.

Debemos presentarnos delante del Señor no como justo, pero como pecador que somos y Su misericordia es el bálsamo y ayuda que nuestra alma y nuestro corazón tanto necesita.

¡Dios te Bendiga!

Pai das Misericórdias

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