06 Jun 2020

Ofrezcamos lo mejor de nosotros para Dios

“En su enseñanza Jesús les decía también: Cuídense de esos maestros de la Ley” (Mc 12, 38).

Jesús nos muestra el modelo de religión que debemos vivir, porque nosotros, muchas, vivimos la religión del exterior, la religión que es para ser vista, aplaudida y reconocida.

Los hombres religiosos de la época de Jesús, especialmente los doctores de la Ley, los fariseos, aquellos que más se destacaban, les gustaban de parecer, de llamar la atención para sí. Llamaban atención por causa de las ropas, por la forma como querían ser saludados, porque ocupaban los primeros lugares, porque querían ser vistos, reconocidos, aplaudidos, curtidos y, por encima de todo, exaltados.

La religión no es para llevar el hombre a ser exaltados, reconocido, glorificado ni para ser saludado mejor que los demás. La religión de Jesús es aquella donde vivimos la humedad por encima de todo y la discreción como elemento fundamental de la vida. Solo no podemos entender que humildad, discreción y silencio significa omisión o “quedamos solo en la nuestra”.

Aprendamos con la viuda del Evangelio a dar lo mejor de nosotros con intensidad y amor

Necesitamos asumir nuestra responsabilidad en la casa de Dios, en el Reino de Él, en todo que es sobre Él sin embargo, dar primacía a nuestra persona, pero sí el culto a Jesús.

Todo se refiere a Dios, y todo lo que podamos dar, no importa lo que demos, que sea dado de corazón, no sea para llamar la atención sobre nosotros, pero, por encima de todo, sea fruto de nuestra generosidad profunda.

El ejemplo es la pobre viuda que da dos pequeñas monedas. En el sentido monetario, tal vez no tuviese valor ninguno, pero es la oblación más perfecta y sublime. Es ella que, en su distinción, en su humildad, sensatez y en su amor evangélico, da lo que tiene de mejor, da a sí misma, da todo lo que tiene para Dios.

Dos monedas no llaman la atención de nadie, pero sí del corazón de Dios. Es por eso que Jesús llama nuestra atención para ella, y no para aquellos que, hacen mucho, quieren reconocimiento, placas, quieren su nombre exaltado por aquello que hacen y así pode delante.

Aprendamos con la viuda del Evangelio a dar lo mejor de nosotros, con intensidad y amor, sin jamás llamar la atención, pero que todo sea guiado para Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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