El siervo es aquel que esta a disposición de las causas del Reino de Dios con el corazón libre, animado y deseo
“Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos. Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos.” (Mateus 20, 26-28)
El contexto del Evangelio de hoy nos muestra un espíritu de confusión en el medio de los discípulos de Jesús. La madre de los hijos de Zebedeu estaba preocupada con el lugar que tus hijos ocuparían en el Reino de Dios, porque, una vez que las madres dieran sus hijos para seguir Jesús, ellas van allá querer que ellos ocupen el primer lugar, una a la derecha y el otro a la izquierda.
Esa, sin embargo, no es la preocupación de Je´sus; la preocupación de Él es salvar. Los discípulos quedaran muy incomodados con la actitud de la madre de Juan y Tiago, por eso, ante que empezase a discutir y hacer diferencia negativa un al otro, Jesús interviene diciendo: “El Reino de Dios no consiste en primer o segundo lugar, en quien esta a la derecha o a la izquierda. En el Reino de Dios, es mayor aquel que sirve, aquel que se pone a servicio, aquel que se desgasta, muere para sí para que el otro pueda ser salvo”.
El Reino de Dios es desgastarse para rescatar muchos. El Reino no es hecho de títulos no reconocimiento humano, no son palmas ni aplausos. El Reino de Dios es servir, es dar todo lo que podemos para que el otro sea salvo.
Una virtud evangélica fundamental que necesitamos aprender, a cada día, en el seguimiento de Jesús, se servir. El siervo es aquel que cuida del servicio del Reino, es aquel que esta a disposición de las causas del Reino de Dios con el corazón libre, dispuesto, animado y deseoso de entregar, de hacer en bien al otro, de aspirar que el otro sea más importante que él, de hacer de todo para que el otro sea llevado y reconocido. El siervo esta allí solo para servir, para prestar lo mejor para el otro; él no espere reconocimiento de ninguna forma, no espera ser bien tratado ni elogiado.
El discípulo espera siempre llevar su cruz en el alma, en el pecho y en el corazón, sin jamás buscar el reconocimiento ni dejarse llevar por el sentimiento de grandeza.
¡Dios te bendiga!
