“Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: Soy yo, no teman” (Jn 6, 19-20).
Los discípulos estaban en el medio del mal cuando soplo un viento fuerte, y aquel viento fuerte dejaba el mar cada vez más agitado; y cuando el mar se agita, el corazón se perturba, el miedo causa confusión en los sentimientos y afectos de corazón.
Caminamos en el medio de las olas agitadas de la vida, caminamos en el medio a las agitaciones del día a día y de la existencia, y el corazón se perturba de acuerdo con las olas. Pero es necesario mirar en la dirección de Jesús, porque Él esta viniendo en nuestra dirección. Y por más agitado que este el mar de la vida, no podemos tener miedo, porque es el Señor quien viene a nuestro encuentro. Él viene para dejarnos tranquilos, para organizar en lo que esta agitado, Él viene para trae paz y serenidad a nuestro corazón.
¡Como es difícil agitarse, como es difícil quedarnos tensos y preocupados con todas las situaciones del día a día! Pero necesitamos aprender con Jesús que el secreto para enfrentar las olas agitadas de los mares de la vida es la serenidad del Espíritu. ¿Y cómo vamos mantenernos sereno delante de muchas cosas que agitan nuestra vida? Necesitamos buscar, en el Espíritu de Jesús, en el Espíritu Santo que nos fue dado, la gracia de quedar tranquilo, de recogernos en el silencio de la oración, de la meditación y de la contemplación, para ponernos en orden las cosas agitadas de nuestro corazón.
Jesús viene para traer paz y serenidad a nuestro corazón
Ya has dado cuenta que tenemos muchas olas revueltas dentro de nosotros. Llevamos muchas cosas que traen perturbaciones, inquietudes, preocupación y agitación para nuestro interior. Necesitamos poner orden en el desorden interior que está dentro de nosotros, porque sino quedaremos siempre agitados, tensos y solucionaremos las cosas en las tensiones de la vida.
Vamos calmar nuestro corazón, nuestra mente, nuestros pensamientos y sentimientos. Es Jesús que viene a nuestro encuentro. Cuando estamos agitados y perturbados, ni somos capaces de reconocer que él esta en nuestro medio, que Él esta entre nosotros. El Señor nos calma, silencia los ruidos de nuestra alma y de nuestro corazón, el Señor nos trae la serenidad y la paz tan necesarias para lidiar con las realidades del día a día.
Miremos para Jesús, porque Él mira para nosotros para calmar nuestro corazón y poner en orden la agitación que esta dentro y fuera de nosotros.
¡Dios te bendiga!
