“En aquella ocasión Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado” (Mt 11, 25).
Mira la gracia de Dios: nuestro Padre, Su Señor del Cielo y de la Tierra es el Creador de todas las cosas, el Soberano, Eterno, Omnipotente, Aquel que es digno de todo nuestra alabanza, honor y gloria en el Cielo y en la Tierra, porque Él es un Padre maravilloso, es el Padre que todo creo, es el Padre que todo hizo por amor.
Dios no revelo la grandeza de Su amor, Él no nos revelo la grandeza de Su ciencia tampoco la grandeza de todas las cosas a quien se cree sabio, como aquella persona que cree que todo puede, que tiene la soberbia y todo el conocimiento.
Los sabios tiene su sabiduría humana. Los conocedores tiene sus conocimientos científicos y saben el valor que todo eso tiene para nuestra vida. Existe, sin embargo, una sabiduría oculta, una sabiduría eterna, existe la sabiduría creadora de todas las cosas; y esta sabiduría de Dios es revelada a los pequeños. Sin embargo, no es solo al pequeño, pero aquel que es pequeño, que se hizo menor, que tiene la verdadera humildad.
El Padre revela Su amor y Su voluntad a quien se hace pequeño, a quien se hace humilde
La sabiduría de la vida no se oculta sobre la apariencia del orgullo, de la soberbia ni del egoísmo humano. Muchas personas se portan y se comportan como sabedoras de todas las cosas, pero la sabiduría de Dios va al encuentro de los corazones más humildes, sensatos y serenos, y es allí que Dios hace morada, allí Él se oculta, se manifiesta.
Dios quiere se manifestar por medio de nosotros, pero necesitamos ser personas humildes y sensatas. La humildad de se hacer pequeño y ser pequeño, sin nada de aquel sentimiento de grandiosidad, de querer saber todo, poder todo, creer todo cuando no somos nada. Nada de elevarse, de inflamar de orgullo y soberbia. Cuando hacemos eso, nos convertimos personas que pelean mucho, que están siempre en el combate unas contra las otras, porque queremos tener razón, queremos ser conocedores, creer que podemos todo cuando, en realidad, Dios no se revela en nuestro medio estas confusiones.
Aquel que, humildemente, se pone en su rincón, aquel que baja su cabeza, dobla sus rodillas, aquellos que ponen Dios por encima de todas las cosas, incluso de sus pensamiento intelectuales, de los sentimientos del proprio corazón, él pone el Señor cima de todos y todas las cosas.
Así consiste la verdadera sabiduría, y es así que el Padre revela Su amor Su voluntad a quien se hace pequeño, a quien se hace humilde y a quien no busca sentimientos de grandeza, de superioridad ni de orgullo.
¡Dios te bendiga!
