07 May 2021

El amor es la actitud más sublime de discípulo de Jesús

“Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 12-13).

Si la Palabra de Dios nos dice que para permanecer en Él necesitamos amar unos a los otros, es porque necesitamos amar unos a los otros. Buscamos aquellos medio ordinarios y extraordinarios de amar a Dios: la oración, la comunión, la adoración, permanecer en la presencia de Jesús adorando en Espíritu y Verdad, incluso lloramos porque amamos mucho a Jesús. Pero no basta nuestras oraciones; y no podemos dejar de hacerlas, tenemos incluso que dedicar más, intensificar más, porque, sin la oración, no amamos a Dios ni a nadie; sin la oración, nuestro corazón no se convierte, no se inclina; sin la oración no exorcizamos el orgullo, la vanidad, la soberbia y el egoísmo que existe dentro de nosotros.

La oración aumenta nuestro corazón. Pero, por favor, no vivamos la hipocresía de la oración. No basta decir que reza, porque si no ama, no entendemos nada de los mandamientos del Señor. “Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros”. ¿Dé que forma? De forma que Él nos amó; amó los enemigos amo quien no quería bien a Él; hizo bien a quien le hio mal; de la misma forma que amó Pedro, amó Judas, amó los que abandonaron a Él, lavó los pies de los Suyos, tuvo toda la paciencia y murió dando gesto de amor: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

Ese es el distintivo del discípulo de Jesús: ¡el amor al prójimo por encima de todo!

Amor conjuga con perdón, con reconciliación, con cuidado y respeto para con el otro. Amor nunca se conjuga con el mal; habar mal, querer mal, desear y hacer mal para el otro. El amor es la actitud más sublime de un discípulo de Jesús; no es aquel que sabe todo sobre Jesús, sabe los dogmas, los mandamientos, las Leyes, sabe todo de Dios, porque Dios no es teoría, Él es vida y la vida de Dios es amor.

Si queremos permanecer en Dios, no hay otro camino que no sea la vía de amor una vía dolorosa y exigente, es una vía de sacrificios, pero no hay sacrificios más sublime y bello que el sacrificio de amar. Y no es amar quien nos ama, porque eso no necesita ser cristiano para amar, incluso los animales lo hacen. Es el amor universal, amor, caritas, amor que se extiendo para todos.

Por supuesto que no puedo dejar de amar los míos, pues, del contrario, no voy amar nadie. Y a nadie podemos quedar debiendo nada, que no sea el amor que necesita ser dado a cada día. Esta es la marca del discípulo de Jesús: ¡amor al prójimo por encima de todo!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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