18 May 2018

El amor de Dios vence nuestras debilidades

Ni siquiera nuestras debilidades y pecados pueden derribar el amor de Dios que está en nosotros

“Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». El le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 16-17).

La condición esencial y fundamental para seguir Jesús y amarlo siempre, de todo corazón, con toda la vida y convicción. Ni mismo nuestras debilidades y pecados pueden derribar el amor de Dios que esta en nosotros, pero si damos voz más para nuestras caídas, para nuestras debilidades, fuerza del amor no vence nuestras debilidades.

Durante cuarenta días que estuvo con Sus discípulos, el Resucitado no fue preguntar ni “tirar en la cara” de ningún de ellos sus debilidades y sus pecados. “¿Por que me abandonaron? Pedro, porque tu me has negado tres veces?”. No, Él quería saber si Pedro lo amaba de verdad.

Quien ama busca el amor y no las debilidades del otro, no busca dejar el otro constreñido ¿con sus errores y limites, por eso el amor de Dios no es para dejarnos con complejo de inferioridad, no es para dejar con complejo de culpa. El amor de Dios en nosotros es para sanar nuestros sentimientos de culpa, de errores y así por delante.

Cuando Jesús pregunta: “Pedro, tu me amas?”, es como si cada uno pudiera escuchar su propio nombre. Jesús pregunto eso para Pedro por lo menos tres veces, y Pedro murió escuchando esta pregunta.

Escuchemos, todos los días, el Maestro dirigir su mirada hacia nosotros y decir: “¿Tu me amas?”. Incluso en nuestras debilidades, en nuestros pecados, levantemos y proclamemos, en alto y buen tono, aún que sea con la voz atascada: “Señor, tu sabes que te amor”.

Amemos cada día más el Señor, no de la boca para fuera, pero que nuestro corazón grite el tamaño del amor que tenemos por Dios. El amor todo cura, todo libera y restaura.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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