23 Feb 2019

Nos llenamos con la presencia de Jesús que esta en nuestro medio

Necesitamos salir del medio de las agitaciones y ocupaciones que nos encontramos, para quedarnos solos en la presencia de Jesús

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos” (Mc 9,2).

¡Que belleza es contemplar lo que el Evangelio de hoy nos presenta! Jesús coge los apóstoles que son más cercanos de Él, y los lleva para algún lugar la parte. Porque era necesario salir de donde estaban para estar en la presencia de Jesús. Y, así, también, es con nosotros, porque necesitamos salir de las agitaciones y ocupaciones que encontramos, para ponenos solos en la presencia de Jesús.

El lugar alto representa el lugar de la presencia de Dios. Aquí no es importante el lugar geográfico: montaña, planicie, altiplano; el importante es retirarnos y dirigirnos para Aquel que esta en el alto: Dios, nuestro Padre.

La invitación de Jesús, hoy, es para siempre retirarnos solos para el encuentro con Dios. Y Él, Jesús, quien nos lleva a la presencia del Padre, quien nos presenta al Padre. Y, cuando nosotros nos dejamos ser llevado por el Señor, para estarnos solos en Su presencia, el propio Padre transfigura nuestra vida.

Jesús se transfiguro delante de ellos, para mostrar cual es la condición del hombre glorificado, del hombre que participa plenamente de la gloria divina. Él, pleno hombre, recibe en esta condición, la anticipación de Su gloria por medio de la transfiguración.

Nosotros caminamos en el medio del valle de lagrimas, llevando la cruz nuestra de cada día; experimentando en la piel y en la carne nuestra debilidad humana. Siguiendo todas las realidades, necesitamos permitiendo ser transfigurado por Dios.

Nada más nos transfigura y nos transforma que la gracia de ponernos en la presencia de Dios. Ponernos en la presencia de Dios es transfigurarnos; es sernos transformados y renovados. Es configurar nuevamente nuestros pensamientos, sentimientos, nuestra propia forma de pensar la vida.

Estaba tan bueno estar allá, que Pedro incluso quiso hacer una tienda para allí permanecer, en la presencia del Señor. Envuelto entre la sorpresa, la gracia y el miedo, el corazón de él estaba siendo tocado por la gracia. Él puede tocar, ver, contemplar y escuchar, con sus propios sentidos, las realidades celestes. Dios quiere transfogurar nuestros sentidos, nuestra forma de escuchar, hablar, pensar y nuestra forma de ver el mundo y las realidades. Pero, nosotros, no somos transformados, transfigurados y, de hecho, convertidos, sino ponernos en la presencia del Señor.

Es el Señor quien nos transforma, convierte y cambia. Es el Señor quien realiza la obra nueva, el hombre nuevo y la mujer nueva, la creatura nueva que todos nosotros necesitamos ser.

¡Retiremos! Retiremos las ocupaciones; retiremos de aquello que nos llena la vida diaria para llenarnos de la presencia de Dios que esta en nuestro medio.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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