20 Apr 2020

Nacer del Espíritu es encontrar la serenidad del alma

“Jesús le respondió: Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5)

Necesitamos y queremos entrar en el Reino de Dios. Estamos cerca, estamos en la puerta, pero, muchas veces, no entramos. ¿Y por que no entramos? Porque no nacemos del agua y del Espíritu.

Nacemos y renacemos del agua en nuestro bautismo. Esta fue la gracia que el sacramento del bautismo nos concedió: fuimos inmersos en Jesús; fuimos lavados y rescatados. Además, la gracia sacramental que recibimos, la mayoría de nosotros, era niño cuando recibió tamaña gracia. Por eso, necesitamos ser bautizados a cada día de nuestra vida.

Necesitamos sumergir nuestra alma, nuestra cabeza y nuestros pensamientos en el agua que brota del lado abierto de Jesús. Esta agua que lava nuestros pensamientos más nefasto, esta agua que viene purificar nuestro corazón de los resentimientos, de las trsitezas, de los miedos y pavores, porque no estamos envejeciendo en la edad, y sí en la vanidad, en el orgullo y en la soberbia.

Nacer del Espíritu y sumergir en la profundidad de la humildad que nos lleva para la serenidad

Nicodemos pregunto como un hombre mayor podría nacer de nuevo. No importa la edad, es necesario saber que necesitamos nacer de nuevo, nacer en Dios y por Él. Necesitamos ser lavados como una madre que coge el niño en el regazo y lleva para vasija para lavar. Necesitamos ser lavados en el agua misericordiosa que viene del corazón de Jesús.

Necesitamos nacer del Espíritu porque nuestro espíritu esta quedando muy mundano, pensamos como el mundo, traemos los sentimientos del mundo, tenemos una cabeza mundana en la forma de hablar, de pensar, de actuar y de tratar unos a los otros.

Nacer del Espíritu no es convertirse una persona alienada y fanática. Eso es muy mundano, nos recuerda el Papa Francisco; nacer del Espíritu y dejarse ser guiado por Cristo, es sumergir en la profundidad de la humildad que nos lleva para la serenidad, para la sobriedad y para la serenidad de la vida espiritual.

Es necesario nacer del Espíritu. Y nacer del Espíritu no es simplemente estar rezando en lenguas todo el tiempo ni profetizando para aquí y allí sin parar. Nacer del Espíritu es encontrar la serenidad del alma y del corazón, es encontrar el silencio interior que, muchas veces, no tenemos, porque estamos siempre con ruidos, desordenados, divididos y confusos.

Nacer del Espíritu es expulsar lo que esta viejo en nosotros, para que, así los sentimientos de Dios renazca a cada día de nuestro corazón.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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