10 Oct 2018

En la oración encontramos la comunión con Dios

Es sólo en la oración que encontramos la comunión con Dios para caminar en la presencia de Él todos los días

“Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos»” (Lc 11, 1).

Hoy, quiero recoger la humildad de este discípulo de Jesús y, como discípulo del Señor que también soy, suplicar: “Señor, enseñame a rezar. Yo quiero rezar pero, muchas veces, no sé rezar”.

Jesús pasaba horas en oración, haciendo comunión y comunicación con el Padre. Hoy, Él esta nos enseñando que oración no es otra cosa sino tener comunicación y comunión con Dios. Pena que muchos de nosotros centramos la oración en la repetición de palabras y la oración, muchas veces, no nos pone en comunión con Dios. Aunque las palabras nos ayude a expresar lo que necesitamos rezar, la oración se hace de la boca para fuera, porque el corazón esta lejos de Dios. La oración se hace con todo el cuerpo, con la toda la vida.

En la oración necesitamos estar enteros, ser hijos y Él el Padre, por eso la oración es siempre clamando: “Padre nuestro”, porque Él es el padre de todos nosotros. Y en la oración no vamos primero para pedir y suplicar, pero vamos para glorificar a nuestro Dios, ponernos en la presencia del Padre para amarlo, para quedar en su protección, para comunicarnos con Él y comulgar con Él y de su amor. Es así que necesitamos aprender a rezar a cada día. Incluso mismo ante de comenzar, uno de los discípulos de Jesús dijo: “Señor, enseñanos. Que tu Espíritu venga en nuestra ayuda y nos enseñe a rezar, enseñanos a exaltar nuestro Padre, a pedir que el Reino de Él suceda en nuestro medio.

No necesitamos de más nada en nuestra vida, solo el Reino de Dios ocurriendo aquí y ahora. ¿Qué vamos pedir a Dios? Solo necesitamos que el Reino de Él esté aquí, que su nombre sea exaltado, glorificado y que Él perdone nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras ofensas y nuestros errores. No podemos dejar de suplicar: “Libérame del maligno. Me libera de las tentaciones persistentes: tentaciones en los pensamientos, en los sentimientos, tentaciones que nos llevan a sucumbir en el mal”.

Es solo en la oración que encontramos la comunión con Dios para caminar en la presencia de Él todos los días. Por eso termino pidiendo: “Señor, enseñame a rezar, porque necesito a cada día estar en comunión contigo”.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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