¡Es tiempo de vida nueva, de renovarnos! Y es María quien nos apunta el camino y la dirección
“Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a os que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos” (Gál 4, 4-5).
En el primer día del año civil, la Iglesia nos da la gracia de celebrarnos Santa María, la Madre de Dios en la Octava del nacimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Celebrar María como la Madre de Dios es reconocer en ella la Madre del Divino Salvador. El título no se trata solo de un reconocimiento teologico de aquello que es el papel de ella. Se trata, en realidad, de reconocer quien fue Jesús, Él es Dios encarnado. Una vez que Él se encarno en nuestro medio, Él no dejo de ser Dios, aquella que engendró para ese mundo en la condición humana, sin dejar de ser divino, es la Madre de Él. En cuanto persona humana, persona divina, encarnada y presente en nuestro medio.
Hoy, proclamamos María como el lugar elegido por Dios como habitat de toda la salvación del habitar humano. María es el nuevo paraíso, el vientre nuevo, la tierra nueva, bendita, fecunda y bendecida de donde viene el árbol de la vida: Jesús Nuestro Señor y Salvador.
La nueva humanidad comienza en María, los hombres nuevos, las mujeres nuevas. Nace en María la nueva mujer, porque ella engendra para nosotros el nuevo hombre, Cristo el nuevo Adan.
Cuando comenzamos el nuevo año, dentro de nosotros tenemos propósitos y anhelos de ser nuevos, de vivir nuevas cosas, que nuestra vida sea renovada. Nada se renueva que no sea en Cristo Jesús, porque Él es la única novedad siempre nueva. Él no es la novedad que buscamos aquí y allá, Él es la vida que se renueva en Dios para la vida de cada uno de nosotros.
Dios quiso comenzar, renovar y salvar la humanidad en el vientre de María. Por eso, hoy, volvemos para ella, dirigimos a ella nuestra preces, nuestra suplica, y pedimos que ella nos ayude a ser nuevos de verdad, tener buenos, santos y verdaderos propósitos.
Si somos buenos hijos de Dios, si estamos siempre con ella y en ella, rezando y pidiendo la intercesión de ella, Dios va siempre conducirnos para el nuevo paraíso que Él creo para nosotros. Es tiempo de vida nueva, de renovarnos, y María nos apunta el camino y la dirección.
¡Dios te bendiga!
