Necesitamos incendiar el mundo y dejar que nuestra casa, que nuestra familia y todos nosotros seamos tomados por esa gracia del Espíritu
“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lucas 12, 49).
¡Que belleza y que gracia, el Señor vino echar fuego sobre la Tierra! Él vino lanzar fuego en nuestros corazones y en nuestros hogares. Necesitamos incendiar el mundo con el fuego del corazón de Jesús, con el fuego de la gracia del Espíritu, pero, primero, necesitamos dejar que ese fuego nos encienda, ilumine las tinieblas de nuestra alma y de nuestro corazón, ilumine nuestro interior, nuestra mente y la voluntad.
Muchas veces, la verdad y la caridad están apagadas en nosotros. El amor divino en nosotros sta con la llama encendiendo y apagando.
Señor, enciende nuestra alma y nuestro corazón, para que podamos llevar el fuego de Su amor al corazón de los hombres.
Que triste ver el espectáculo de hombres y mujeres de Dios llevando división, peleas, confusiones y disputas para donde el Señor nos impulsa a llevar el fuego de Su amor a los corazones. Un amor que divide, pero no es dividir por amor y confusión; divide, porque el amor enciende, y algunos quieren vivir el amor apagado, un amor sin dejarse inflamar. Algunos quieren vivir la caridad de las apariencias, pero la caridad de Espíritu es autentica. Algunos quieren vivir una vida cristiana mediocre, pero el fuego del Espíritu nos lleva a una vida cristiana de testimonio, de donación, amor y cuidado.
Necesitamos incendiar el mundo y dejar que nuestra casa, que nuestra familia y todos nosotros seamos tomados por esta gracia de Espíritu.
Señor, manda sobre toda la haz de la tierra Su fuego de amor, envía también sobre nuestras casas, nuestras familias y sobre nuestros corazones, porque estamos fríos e indiferentes. No nos preocupamos con el sufrimiento ni con las necesidades del otro. Necesitamos del fuego de Su Espíritu, para que enciende el ardor, al amor y el gusto por las cosas del Cielo.
Que el fuego del Alto, el fuego del Espíritu esté sobre nosotros.
¡Dios te bendiga!
