05 Jul 2019

Llevemos la misericordia a todos los necesitados

“Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9, 13)

El Señor sentó con los pecadores y comió con los cobradores de impuestos. El Señor esta con nosotros, esta en nuestro medio, porque nosotros somos pecadores. El S~enor vino para rescatar nuestra humanidad pecadora.

Si fuéramos justos, no necesitaríamos del Señor, pero necesitamos de Él, porque no somos justos, y la gran injusticia es no reconocemos nuestras propias injusticias, nuestros propios pecados. El hecho es que estamos calificando la humanidad en grandes y pequeños pecadores, y estamos ignorando la verdad objetiva, clara y directa, porque tenemos muchos pecados. Necesitamos tratar estos pecados con la misericordia y el bálsamos divino.

A veces, comenzamos a observar, en nuestra piel, algunas arruga y erupciones, pero no damos la debida importancia, solo cuando se comvirtio algo grave que nos preocupamos en cuidar. Hacemos la misma cosa también con el pecado. Creemos que nuestros son pecados menores, pero son pecados y para todos ellos tenemos un remedio, y ese remedio es la misericordia divina.

Lo que nos salva es la misericordia de Jesús para con nosotros y nuestra misericordia para con los demás

Perdemos mucho tiempo juzgando el pecado de los demás, y tal vez el otro que nosotros juzgamos y condenamos se encuentra más cerca de la misericordia divina, porque esta encontrando contrición, arrepentimiento, y nosotros no encontramos, porque solo se arrepiente quien reconoce el mal, el pecado que haya cometido en la vida.

Necesitamos aprender que no es porque tenemos una vida sacrificada, que son los sacrificios que nos salvan. Lo que nos salva es la misericordia de Jesús para con nosotros y nuestra misericordia para con los demás. Como Él tuvo misericordia de mí y tiene misericordia de nosotros, no podemos querer ser otra cosa, porque, sino, vamos ser como los fariseos, porque los fariseos estaban juzgando, pensando mal de Jesús, porque nuestro Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores.

Somos maestros en juzgar, somos peritos en condenar la vida el los demás, el comportamiento de los demás. Estamos siempre juzgando, condenando y conociendo muy poco a nosotros mismos.

Quien se conoce de verdad, quien entra dentro de su alma, de su interior y sumerge en el fondo pecaminoso que hay en nosotros, jamás juzga o condena nadie, por el contrario, sumerge en su ser pecador, su alma tan llena de debilidades en la misericordia divina y lleva esa misma misericordia para muchos corazones necesitados del perdón, del encuentro redentor y salvador de Jesús.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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