La forma de Juan hacer ese camino nos muestra por donde debemos caminar y por aquello que él hizo predicando un bautismo de conversión

“Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lc 3, 3).

Que gracia sublime en este segundo domingo del Adviento poner en destaque el papel de Juan Batista. María fue toda de Dios, pero Juan también fue todo de Dios desde el vientre de su madre, cuando allá fue santificado. Él nació y vino para preparar y aplanair los caminos por donde el Señor debería pasar.

Juan es para nosotros una flecha que nos indica el camino del Cielo, como él mismo. Nos va decir, él no es el camino, pero él nos apunta Jesús que es el camino. Él no es salvación, pero nos apunta Jesús como nuestro salvador.

La forma de Juan hacer ese camino nos muestra por donde debemos caminar es por lo que él hizo predicando un bautismo de conversión. Es convirtiendo el corazón, es arrepentirnos de nuestras faltas, es buscando el perdón de Dios que encontramos la salvación.

Vemos la salvación de Dios entre nosotros cuando nosotros arrepentirnos sinceramente de nuestros pecado. El camino que Juan trae para nuestra vida en este tiempo de gracia que llamamos de Adviento es pararnos para tomar conciencia de que todos nuestro individual, para nuestro singular, porque lo que necesitamos es de forma personal y no colectiva simplemente arrepentirse de nuestros propios pecados, dejar lo que el bautismo hizo en nosotros, que nuestro bautismo sea actualizado para siempre, sea vivo siempre, que entremos por las aguas del rio Jordán para que Dios nos lave, nos purifique y nos renueve para tener la gracia de recibir Jesús, nuestro divino salvador.

¡Dios te bendiga!