22 Mar 2020

Jesús es la luz que ilumina nuestras tinieblas

“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa “Enviado”. El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía” (Jn 9, 5 – 7)

El ciego de nacimiento, presentado para nosotros en el Evangelio de hoy, es puesto como el lugar de la realización del Reino de Dios. Porque, en la realidad, es en las tinieblas y en la oscuridad que se encuentra el mundo en que estamos: oscuros, cercado de males, no ve la verdad. Y así se encuentra también la vida de muchos de nosotros.

Vivimos en las tinieblas, en la oscuridad y sin ver la luz de la verdad en nuestro propio corazón. Es Jesús que esta nos diciendo: “Yo estoy en el mundo como la luz del mundo”. La luz que vino para iluminar nuestras tinieblas y abrir nuestros ojos, para que podamos ver la verdad.

Necesitamos ponernos en la presencia de Él, para que Él abra nuestros ojos. Venimos de la saliva de Dios, que toca en el barro y de él engendra la vida. De la saliva y del soplo del Espíritu, en el barro, nace el hombre nuevo que ve la gracia y el Reino de Dios, el hombre que no esta cerrado en su orgullo, en su egoísmo, en su soberbia ni en las tinieblas de su corazón.

Jesús quiere abrir nuestros ojos, Él quiere que vemos, porque vemos muchas cosas que no deberíamos, pero no somos capaces de ver la verdad que viene de Dios.

Jesús es la luz que vino para iluminar nuestras tinieblas y abrir nuestros ojos para que veamos la verdad

La primera postura es la humildad, aquel que acoge y reconoce el Reino de Dios como dádiva y don, aquel que reconoce Jesús como luz y deja la luz de Él entrar en los lugares más ocultos de la alma y del corazón. Es necesario ver nuestra miseria, nuestra debilidad y, buscando la ayuda y la luz de Dios, permitir que la gracia de Él nos guie.

Vivimos en una sociedad rodeada por muchas oscuridades, vivimos en un mundo rodeado de ilusiones y engaños. Así, vivimos y estamos entrando en este mundo.

Necesitamos dejar que la gracia de Dios encienda en nosotros para ver el mundo con la mirada y la gracia de Él. Necesitamos abrir los ojos para que nos convertimos luz para muchos que nos ven y no caminan en la vida en Jesús. Necesitamos dejar que Dios abre nuestros ojos, porque un ciego no puede guiar otro ciego. Cuando eso ocurre, caminamos todos para el mismo agujero, abismo, error y para la misma oscuridad.

Hablemos ‘no’ a la ignorancia del corazón y permitamos que Dios ilumine nuestra razón, sane la emoción de nuestra alma, de nuestros sentimientos y afectos, para que en todo vemos la verdad.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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