23 Apr 2022

Deja la vida de Cristo tomar cuenta de tu corazón

“Jesús, pues, resucitó en la madrugada del primer día de la semana. Se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a los que habían sido compañeros de Jesús y que estaban tristes y lo lloraban. Pero al oírle decir que vivía y que lo había visto, no le creyeron. Después Jesús se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos que se dirigían a un pueblito. Volvieron a contárselo a los demás, pero tampoco les creyeron. Por último se apareció a los once discípulos mientras comían, y los reprendió por su falta de fe y por su dureza para creer a los que lo habían visto resucitado” (Mc 16, 9-14).

Miren, mis hermanos y hermanas, todos pasan por la prueba de la duda, y los discípulos nos atentan eso. Entonces, no te condenes cuando, también en tu corazón, pasaren pensamientos de duda; cuando pasar por una experiencia de probación en la fe. Los discípulos también vivenciaron eso. Y la Pascua del Resucitado no quiere condenarnos por eso, y sí poner, en nuestro corazón, esta seguridad: la confianza de que Jesús esta vivo. ¡Entonces, si hay miedos, inseguridades y dudas en el corazón de ustedes, tenga calma! Caminen con el Resucitado, pues Él va abrir tus ojos.

El dolor, muchas veces, hay argumentos convincentes. Los discípulos que estaban allí pasando por la experiencia del dolor, de la perdida física de Jesús, fueron capaces de crearen muchos otros argumentos para no creer en la resurección. Por eso, Jesús reprende la dureza del corazón de ellos.

Irradie la vida de Cristo para todas las personas que están muy cerca de ti

Miren: “dureza de corazón” – la esclerocardía -, es esa debilidad del corazón, es aquel caer en el olvido de las maravillas de Dios, es decir, es cuando nosotros nos olvidamos de las maravillas que Dios realiza en nuestra vida, realizó y aún puede realizar. Muchas veces, la angustia quiere tener la última palabra, y no la confianza firme en Dios. Esta dureza de corazón, esta esclerocardía, puede ocurrir por vários motivos y no solo por la experiencia de fe, pero, tal vez, la experiencia de vida, la creación que tu has tenido, los traumas que has vivido, una experiencia frustrante incluso con la realidad religiosa en su historia, puede haber provocado esa dureza de corazón. Y tampoco nosotros y Jesús estamos aquí para juzgar a ti, y lo que quiere que haya ocurrido, presenta hoy, a Jesús. Porque, en la fuerza de Su amor, en la fuerza de Su resurección, Jesús quiere romper esa dureza de nuestro corazón, Él quiere quitar eso de nosotros, quiere que nostros experimentemos la fuerza de Su resurección y quiere que nosotros compartamos eso con nuestros hermanos.

Miren lo que ocurre en el evangelio de hoy: primero, Jesús aparece para una persona, María Magdalena, después, aparece a dos de los discípulos; después, a los once discípulos, y aún, el otro Evangelio va decir que Jesús apareció para más setenta y dos discípulos. Miren: la fuerza de la resurección va, progresivamente, alcanzando a todos los corazones. Cando Jesús encuentra un corazón que se abre, ese corazón puede multiplicarse a la milésima potencia; y la fuerza de la resurección ocurre en nuestro medio.

Por eso, quien encontro un tesoro de vida – que es la resurección de Jesús, esta vida nueva – , no puede anunciar Jesucristo para el otro, no puede retener eso para sí mismo, porque la vida con Cristo es, automáticamente, misionera. Y misión quiere decir: compartir con otro lo que nosotros experimentamos. Entonces, nosotros necesitamos tener el corazón abierto, nosotros necesitamos vivir la vida en Cristo. Ella también engendra vida nueva: en tu familia, con las persona con quien tu convives muy cerca, en tu ambiente de trabajo, en tu facultad, en tu escuela.

Deja la vida de Cristo tomar cuenta de tu corazón e irradie esta vida de Cristo para todas las personas que están muy cerda de ti. Esta es la gracia de la resurrección; esta es la fuerza del Resucitado.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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