16 Jul 2018

Encontramos en María el referencia de entrega de Dios

Miramos para María y encontramos en ella el referencia de la voluntad que se desdobla para encontrar en Dios una voluntad realizada

“E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre.” (Mt 12, 49-50).

Celebrando, hoy, la memoria festiva de Nuestra Señora del Carmen, el Evangelio propicio para nosotros nos pone Jesús mereciendo Su Madre y aquellos que hacen la voluntad del Padre.

Algunos, tal vez, miren para ese Evangelio y digan: “Jesús esta desmereciendo Su Madre. Él no dio atención para ella”. Por el contrario, el merecimiento de la Madre de Jesús no esta de hecho de ella haber engendrado Jesús, es una gracia sublime y única, porque ella podría haber engendrado como muchas madres engendran sus hijos y después dicen: “Yo no quiero saber. Quiero vivir mi vida”. María no solo engendro físicamente, pero se convirtió enteramente el lugar de la morada de Dios.

María es para nosotros una señal en el mundo en que vivimos, donde necesitamos hacer una oblación en nuestra voluntad, porque estamos llenos de voluntad propia, vivimos en función de nuestras voluntades, hacemos lo que queremos y solo eso nos realiza, por eso somos personas tan poco realizadas y felices en aquello que proyectamos para nuestra vida.

Proyectamos nuestra vida en nuestras voluntades proprias. Nuestros niños están formadas para ser llenos de voluntades. La juventud es el tiempo de ganancia de la voluntad.

Miremos, hoy, para María, y encontremos en ella la referencia de la oblación, de la voluntad que se desdobla y, muchas veces, se rompe para encontrar en Dios una voluntad realizada una voluntad que tiene gusto por las cosas de Dios, gusto por lo que es del Cielo, en hacer el bien al prójimo.

Cuando somos llenos de mala voluntad o nuestra voluntad se convierte mala, perdemos el gusto por las cosas de Dios, perdemos el gusto por el bien, porque somos rodeados por nuestro orgullo y egoísmo.

Permitamos que Dios haga en nosotros lo que hizo en María. “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38). Que nuestra voluntad se llene de la voluntad de Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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