Es permaneciendo seguros y perseverantes, permaneciendo en el camino y sin salir de su camino, que ganaremos la vida

“Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas” (Lc 21, 17).

El Evangelio de hoy presenta tantas realidades de persecuciones; de división en casas, en familias, pero sobre todo, la realidad de la no aceptación de Jesús, del Evangelio y de los seguidores de Él.

Aunque la expresión evangélica sea odio, el mejor entendimiento para ella es el rechazo. Yo rechazo lo que no me gusta, que no amo, que no acojo y tampoco acepto. Podemos odiar, ser indiferentes, pero no aceptamos.

En el mundo de hoy, el mundo de odiar es no aceptar el Evangelio. Es no aceptar, muchas veces, la vida de quien se convierte, de quien sirve a Dios de forma autentica y verdadera. Quien esta en el mundo prefiere lo que es del mundo, y el mundo odia lo que es de Dios.

No tengamos miedo, de ninguna forma, cuando no fuimos aceptados, acogidos, alabados y engrandecidos por causa del Evangelio que seguimos…. Estamos en el camino. Pero, quedemos tranquilos pues ningún hilo de nuestro cabello cae sin que Dios sepa y sin que Él cuide de nosotros. Es permaneciendo seguros y perseverantes, permaneciendo en el camino y sin salir del camino debido las tribulaciones, dificultades y rechazos de las personas, que ganamos la vida.

La vida es para quien persevera en la gracia, es para quien no desanima ante las dificultades, tribulaciones, persecuciones y contradicciones que enfrentamos a lo largo de esta vida.

No es facil servir a Dios, además, no es fácil vivir, no es facil estar en esta vida. Ella es bella y como yo amo vivir, existir y ser un hombre de Dios. Pero, sabemos de todo que son las contradicciones dentro de nosotros, a nuestro lado. Y, ¿cuántas veces sentimos la gran tentación del desanimo? Queremos abandonar todo y perdemos la perspectiva de la vida. Muchas veces, nos equivocamos, nos iludimos, creemos que el mundo por fuera es mejor. Otras veces, es porque vivimos una religión desencarnada, lejos de la realidad, vivimos más por las alturas, para los ángeles que para la vida real y concentrada.

Y, cuando caemos en sí, percibimos que somos personas humanas, limitadas; tenemos debilidades, tenemos situaciones a ser enfrentadas, entonces, a veces viene aquel desanimo.

Es necesario mantenerse seguros en la perseverancia, porque es solo permaneciendo con los ojos fijos en Jesús y sin de Él desviar nuestro corazón, que ganaremos la vida.

¡Dios te bendiga!