Los enfermos tocados por Jesús son sanados

“Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Mc 6, 53-56).

Lo que son nuestras enfermedades, si no nuestras debilidades expuestas y conocidas viniendo a la luz. Nosotros nacemos frágiles y no hay nada más frágil que una niña cuando sale del vientre de su madre. Nuestra fragilidad nos da conciencia de una suprema verdad y sonar una fortaleza en la vida que se llama Dios.

Cuando llevamos nuestras enfermedades, nuestros enfermos para la presencia de Jesús, para ser tocados por Él, nosotros también, somos tocados por la fortaleza de Dios.

Es el Señor que nos fortalece, porque nosotros no somos fuertes. ¡Fuerte es Dios! Cuando Él esta en nosotros somos fortalecidos y puesto de pie.

Nosotros incluso podemos entrenar bastante y quedarnos fuertes y musculosos, pero solo que, temprano o tarde, la fragilidad viene a nuestra puerta. Necesito decir que es muy importante que tomemos consciencia de nuestra fragilidad, porque, cuando no tomamos conciencia de nuestras fragilidades, somos cercados y dominados por la soberbia y el orgullo.

La soberbia y el orgullo nos ciegan, iluden y nos ponen en la peor de las enfermedades, porque con ellas nosotros no vemos la curación y la fortaleza, y la curación y la fortaleza de nuestra vida tiene nombre: Jesús.

Dios envió Su Hijo al mundo para que, todas nuestras debilidades, estuvieran y estén a los pies del Señor de la vida. Cuando creemos fuertes y que ningún mal pueda vencernos, la “picada de la serpiente” nos debilita, la “picada del mal” nos pone consciente de lo mucho que somos frágiles.

¡Dios quiere fortalecer cada uno de nosotros!

Ponemos en el Señor, la confianza y la esperanza, porque Él es nuestra fortaleza y cuida de nuestras debilidades.

¡Dios te bendiga!