26 Nov 2018

Dios conoce la generosidad de nuestro corazón

La generosidad evangélica es aquel que oferta con el corazón y no espera nada en cambio

“Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir” (Lucas 21, 4).

Esta pobre viuda se convirtió el ser humano más rico que podemos imaginar y contemplar. Ella se ofreció entera para Dios, ella ofreció todo lo que tenía y era mucho lo que ella tenía. Es poco para nosotros, es poco para quien tiene un poco más, más para quien tiene poco, es mucho. Ella tuvo recelo de lo que comer, viviría, porque ella quiso ofertarse para Dios.

Tal vez, algunos confundan eso con algunos exageraciones o practicas imprudentes. “Yo dejo todo lo que tengo. Voy donar todo para Dios”. Dar todo para Dios es, en primer lugar, dar la vida, el corazón, pero dar con generosidad. No es aquella vía donde damos porque esperamos recibir. Damos con gratuidad de corazón.

“Voy dar eso para Dios porque Él me va dar aquello. Yo voy ser bendecido porque he ofrecido más”. Esta no es generosidad evangélica. La generosidad evangélica. La generosidad evangélica es aquel que da con el corazón y no espera nada en cambio, materialmente hablando, da porque es amado, porque quiere donarse para Dios. Da como amor a Dios en tu vida.

Yo no puedo prometer y tampoco caer en el devaneo de decir que se tu haces eso para Dios, Él te dará aquello, porque Dios no es comerciante y tampoco negociante, Él no es matemático. “Porque esta dio tanto, va recibir tanto”.

Quien da es el corazón, quien recibe es el corazón. Un corazón generoso, se convierte agraciado por la generosidad, es un corazón que se convierte lleno de amor, pero vivimos en una sociedad mercantilista, capitalista, donde todo tiene que tener retorno, incluso, lo que ofrecemos en la Iglesia, lo que damos de diezmo, de ofertorio.

Damos porque amamos, si no es por amor no vale la pena donar, hacer ofertas, contribuir con campañas. Algunas piensan: “Yo voy hacer tal campaña porque después voy recibir eso”.

Yo no conozco ese Dios negociante, yo no conozco ese Dios que hace negociaciones. El Dios que conoce es generoso y amoroso. Él da sol para todos, para quien Lo ama y para quien no lo ama. Él derrama su bendición sobre todos. Por supuesto que, quien busca más, crece en la relación y en la intimidad con Dios. Pero, jamás Él va en un lugar especial en el Cielo porque aquí en la Tierra tu dabas todo tu dinero para Él.

Dios no se compra y tampoco e vende, pero Él conoce la generosidad, la bondad y la libertad de nuestro corazón, por eso, damos con nuestro corazón y nadie necesita saber. Damos por amor, porque amamos, nos ofertamos a Dios, y nos entregamos a Él. Entonces, nuestra oferta se convierte como la de esta viuda, las más generosa y oblativa posible.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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