22 Jun 2020

Dejemos que sea Jesús el que juzgue

“No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes. Porque de la misma manera que ustedes juzguen, así serán juzgados, y la misma medida que ustedes usen para los demás, será usada para ustedes” (Mt 7, 1-2).

Gracia fundamental para nuestra espiritualidad es la capacidad de no juzgar. El juicio es propio de las personas que se sienten justiciero, son movidas por la propia justicia interior, pero es una justicia subjetiva, porque cada uno es justo de acuerdo con su medida.

Lo que me agrada es justo, lo que me desagrada yo creo que es injusto. Además, no conocemos todas las cosas, pues somos movidos por los criterios que creamos y que nos dieran. Solo existe un criterio verdadero, lo que viene de la Verdad. Como no soy la verdad, tu no es la verdad, y la Verdad es Jesús, dejemos que todo y cualquier juicio sea exigido por Él.

Eso no es un consejo, pero una orden evangélica: no juzgue y no vas ser juzgados. De hecho que vivimos nuestra vida todo el tiempo juzgando. Nuestra cabeza, nuestra mente es un sensor; juzgamos muy poco a nosotros, pero la vida de los demás, tenemos una capacidad sin igual de juzgar y, especialmente, condenar.

La mente esta observando, juzgando, condenado y viendo lo que esta alrededor. Lanzamos siempre juicio sobre la vida de los demás.

No basta saber que esta sentencia esta solo dentro de nosotros – ¡quien diera! – , porque hace un mal terrible para nosotros. Absorbemos y creamos imágenes equivocadas de las personas, porque vivimos todo el tiempo juzgando. Basta ver las basuras que están en nuestras redes sociales, lo mucho que las personas, todo el tiempo, haciendo sentencia de estas o de aquellas situaciones.

Como la Verdad es Jesús, dejemos que todo y cualquier sentencia sea exigida por Él

Una cosa es tener análisis critica y capacidad de percepción, otra cosa es, en todo que analizamos, lanzamos nuestro juicio, muchas veces, movidos por nuestros criterios justicieros y no verdaderos.

Además de no contentarnos en juzgarnos dentro de nosotros, siempre necesitamos tirar nuestra basura para fuera, y por eso las personas se reúnen para juzgar y comentar la vida del otro. Allí están nuestras redes sociales, nuestras conversas en el WhatsApp y aplicativos de la vida, donde no hay pinza de juicio de personas. En nuestras conversas, estamos siempre juzgando, analizando y dando nuestra sentencia de condenación.

Movidos por el sentimiento evangélico, paremos de usar la medida del mundo. ¿Y cual es la medida del mundo? Observamos siempre el cisco en el ojo del otro y jamás reparamos en los obstáculos que están en nosotros.

¿Y por que lo que esta en el otro es el cisco y lo que esta en nosotros es obstáculo? Porque la medida que nos preocupamos con el cisco del otro, el cisco de él viene siempre para nosotros y, con eso, va siempre creciendo. Es decir, vamos creando obstáculos que son obstáculos para que podamos ver la verdad.

La primera verdad sobre mí, yo no me conozco, yo oculto lo que soy yo, vivo siempre sobre capas y maquillajes, pero el ojo siempre crece para ver el hermano.

Mis hermanos, en Jesucristo, Señor y Salvador, quien conoce a sí mismo no pierde tiempo juzgando ni condenando la vida del otro.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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