15 Dec 2018

Dejemos el fuego de Dios arder en nosotros

Aún que seamos de Dios por un tiempo, ya participamos de las cosas de Él, es siempre necesario que ese fuego esté ardiendo en nosotros

“Después surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una antorcha” (Eclo 48, 1).

La Palabra de Dios exalta para nosotros la imagen del profeta Elías. Cuando miramos en el Antiguo Testamento, Elías es para nosotros el referencia del profetismo ejercido en la primera revelación divina.

Elías vino como un fuego divino, tenía un corazón abrasador por la gracia de Dios, tomado por el fuego del Cielo, y dejó que ese fuego consumiese tu corazón. El fuego del amor, del ardor, el fuego de alguien que se dejo consumir por Dios y por la Palabra de Dios.

Cuando Elías decía la Palabra de Dios, él realmente hacia los pecados ser quemados, él hacia las consciencias ardieren de arrepentimiento y volver para el camino del Señor.

Elías fue arrebatado a los Cielos, y el pueblo vivió en la expectativa de que él regresase, y Jesús esta diciendo hoy: “Elías volvió y ustedes no van reconocer”. Juan Bautista personifica y trae para nosotros lo que es el profetismo de Elías en la nueva revelación o en la revelación definitiva.

Si Elías es considerado el profeta del Antiguo Testamento, Juan es el profeta del Nuevo Testamento. Si Elías abrió el corazón para que acogiera la mensaje de Dios, Juan es aquel que viene para abrir y quemar los corazones para que acojan Jesús, la Palabra eterna y la sabiduría encarnada de Dios en nuestro medio.

Profetas no son aquellos que simplemente hablan de Dios, pero profetas son aquellos que llevan Dios al corazón de las personas, primero, por el arrepentimiento sincero, por la conversión de vida y por la entrega del corazón de Dios. Todo profetismo predica arrepentimiento, cambio de actos, costumbres, pensamientos y sentimientos.

Todo profetismo viene quemar nuestros corazones, no nos deja acomodados en el estado en que estamos, aún que seamos de Dios por un tiempo, ya participamos de las cosas de Él, es siempre necesario que ese fuego esté ardiendo en nosotros, que penetre en nuestro interior y va en la penumbras de nuestra alma encienda un deseo sincero de conversión, de arrepentimiento y de entrega a la vida de Dios.

Este tiempo de gracia que vivimos es un tiempo que nos invita a cambiarnos, a dejarnos que el fuego de Dios esté ardiendo dentro de nosotros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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