Dejarse convertir es dejar convencer por Dios, por la gracia de Él, por el Evangelio

“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva” (Mc 1, 15).

La misión de Jesús ocurre anunciando el Reino de Dios. El Reino de Dios esta entre nosotros diciendo cuales son los ingrediente necesarios para que nuestra vida sea introducida en él.

Primero es necesario convertirse. No necesitamos esperar que ocurra alguna cosa, que vivamos el tiempo de la Cuaresma para convertirnos. La conversión es ahora, ella no puede ser después, no podemos esperar: “Más adelante voy convertirme”, y esta hora no llega. La conversión ocurre con el cambio de la mentalidad y del corazón.

Muchas veces estamos viviendo un vida en Dios, pero no nos dejamos ser convertido. Dejarse convertir es dejar convencer por Dios, por la gracia de Él, por eso Él esta diciendo: “Convertir y creer en el Evangelio”.

Creer en el Evangelio, en la Palabra del Señor es creer que ninguna otra palabra puede transformarnos y renovarnos, aún que no sea la Palabra de Dios. Por eso, crea y lleva la vida en nombre de Jesús, en nombre de este Evangelio.

La conversión comienza en la cabeza que manda en cada uno de nosotros, es la cabeza que nos guía y nos da los pensamientos que debemos tener a cada día. Es en la cabeza que esta nuestra mentalidad. Si tenemos una mentalidad mundana pagana, si tenemos una mentalidad que fue, muchas veces, nutrida con los elementos de este mundo necesitamos cambiar esta mentalidad, la forma de pensar, de actuar, de conversar.

Cuando miramos para nuestra vida, luego damos cuenta que existen cosas esenciales que necesitamos mismo convertirnos, pero sino nos dejamos convencer por Dios, no somo un convertido y Dios y la gracia de Él no nos convierten.

A cada día me pongo de pie para escuchar el Evangelio, para dejar que Dios hable a mi corazón, para que Él traiga la luz para las situaciones más oscuras de mí alma y de mi ser, para que Él pueda convencerme que necesito convertirme, que necesito tener actitudes nuevas, pensamientos y sentimientos nuevos. Si ayer yo pensaba así, la gracia del Evangelio me permite pensar diferente. Jesús convierte mi corazón.

¡Dios te bendiga!